Precedida de un ambiente de intenso debate y de malos presagios, la pasada reunión entre los presidentes Andrés López Obrador y Donald Trump se realizó en un clima de cordialidad. “Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió y considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos”, dijo en su discurso López Obrador, dejando claro que las posturas ideológicas no son obstáculos para lograr fines mayores.
Al respecto, Trump respondió: “La relación entre Estados Unidos y México nunca ha sido tan estrecha como ahora. Y como dijo el Presidente hace un momento, la gente estaba apostando en contra de eso. En realidad, estaban apostando en contra de eso. Pero nunca ha sido más fuerte, nunca ha estado más cerca. Estamos haciendo un trabajo tremendo juntos”.
Al hablar sobre el motivo del encuentro, el presidente mexicano señaló que su visita obedecía, en buena medida, a la importancia que tiene, sobre todo en estos tiempos de crisis económica mundial, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
Y argumentó que “América del Norte es de las regiones económicas más importantes del planeta. No obstante, nuestra región es inexplicablemente deficitaria en términos comerciales; exportamos al resto del mundo tres mil 579 billones de dólares, pero importamos cuatro mil 190 billones de dólares; es decir, mantenemos un déficit de 611 mil millones de dólares, lo cual se traduce en fuga de divisas, menores oportunidades para las empresas y pérdida de fuentes de empleos.
El nuevo Tratado busca, precisamente, revertir este desequilibrio mediante una mayor integración de nuestras economías y mejoras en el funcionamiento de las cadenas productivas para recuperar la presencia económica que ha perdido América del Norte en las últimas cinco décadas. Baste señalar que, en 1970, la región representó el 40.4 por ciento del producto mundial y que, ahora, esta participación en la economía global ha bajado a 27.8 por ciento.
Por ello, el Tratado es una gran opción para producir, crear empleos y fomentar el comercio sin necesidad de ir tan lejos de nuestros hogares, ciudades, estados y naciones”.
Por su parte, Trump hizo énfasis en el producto de esta nueva relación entre los presidentes, al señalar que “trabajando junto al presidente López Obrador, estamos llevando esta relación a nuevas alturas y construyendo una poderosa asociación económica y de seguridad. Juntos, hemos abordado muchos de los problemas más complejos que enfrentan nuestros dos países que realmente quedaron sin resolver durante muchos años, y, francamente, demasiado tiempo. Debería haberse resuelto mucho antes de llegar aquí. Pero estamos logrando grandes avances y avances notables en el fortalecimiento de nuestra relación en las próximas décadas.
Con todo lo que hemos logrado, el potencial para el futuro de los Estados Unidos y México es ilimitado. Situación mucho, mucho mayor, en realidad, para ambos países de lo que cualquiera creía posible.
Hoy celebramos la victoria histórica que logramos juntos hace solo unos días cuando el TLCAN se terminó oficialmente, uno de los peores acuerdos comerciales de la historia, y se reemplazó por un nuevo y hermoso USMCA”.
Sin dejar de lado la base de la que parte nuestra historia común, López Obrador la planteó de una manera positiva: “Ciertamente, en la historia de nuestras relaciones, hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de convivencia; por ejemplo, en los años cuarenta del siglo pasado, durante la Segunda Guerra Mundial, México ayudó a satisfacer la necesidad de Estados Unidos de materias primas y lo respaldó con mano de obra de los trabajadores migrantes, que fueron conocidos como “braceros”.
Desde entonces y hasta la fecha, hemos venido consolidando nuestras relaciones económicas y comerciales, así como nuestra peculiar convivencia, a veces de vecinos distantes y otras de amigos entrañables”. Dejando claro que no se puede quedar anclado en la historia ni en los resentimientos generados, sino que es necesario superarlos para avanzar.
A lo que Trump agregó con cortesía: “Somos apreciados amigos, socios y vecinos. Nuestra cooperación se basa en la confianza mutua y el respeto mutuo entre nosotros y entre nuestros dos países. Y honramos la gran dignidad de ambas naciones.
La tradición de gran respeto entre los presidentes mexicanos y estadounidenses se remonta a los primeros días de nuestras dos naciones. Y, en particular, incluye al presidente Abraham Lincoln y al presidente Benito Juárez, quienes se tenían en muy alta estima. Eran grandes amigos e hicieron grandes cosas juntos. Y estamos agradecidos de que, esta mañana, el presidente López Obrador haya puesto una corona de flores en los monumentos conmemorativos de cada uno de estos líderes, aquí mismo, en la capital de nuestra nación. Esa fue una ceremonia muy hermosa, hermosa.
Nuestros países están vinculados por el comercio y los viajes, por la historia y la cultura, por la fe y la familia. Estados Unidos alberga a 36 millones de increíbles ciudadanos mexicoamericanos. Los mexicoamericanos mejoran nuestras comunidades y fortalecen nuestras iglesias y enriquecen todas las características de la vida nacional. Son personas trabajadoras, increíbles. También son grandes hombres y mujeres de negocios, y constituyen un gran porcentaje de nuestros propietarios de pequeñas empresas, y tienen mucho éxito. Son muy, muy exitosos. Son como usted: son negociadores duros y grandes empresarios, señor presidente”.
López Obrador al seguir el ritmo de su discurso diplomático le afirmó al Presidente Trump: “Como en los mejores tiempos de nuestras relaciones políticas, durante mi mandato como presidente de México, en vez de agravios hacia mi persona y, lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted, comprensión y respeto”.
Y en un claro mensaje a sus detractores, señaló: “Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente, ese mal augurio no se cumplió y considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos”.
Finalmente, Trump concluyó: “Con esta firma, prometemos la estrecha y continua amistad entre Estados Unidos y México, y aceleramos nuestro progreso hacia un mañana aún mayor, y eso es lo que está sucediendo: un mañana mayor, quizás incluso mucho mayor, con una región próspera, un hemisferio floreciente, y dos naciones soberanas prosperando, creciendo y sobresaliendo lado a lado, trabajando juntas, y eso es lo que hemos estado haciendo”.
Un gran espaldarazo le da con ello Trump al presidente de México. No cabe duda que si la firma del tratado no se hubiera dado en tan buenos términos, la oposición utilizaría esa derrota como arma en contra del gobierno.
En un mundo globalizado que sufre problemas de economía, pobreza, contaminación ambiental, drogadicción, narcotráfico, inseguridad, etcétera, las tareas para atenderlos superan las fronteras de cada Estado y aun continente. Estos problemas no pueden ser resueltos por cada una de las naciones, los pueblos tienen que unirse más estrechamente para resolverlos en común. La suerte de México no es distinta a la del mundo.
Por eso y por la manera en que se desarrolló el encuentro entre los presidentes López Obrador y Trump, con ese especial cuidado tanto en las formas como el contenido, representa un triunfo de la diplomacia.
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