Las adelitas en noviembre o los pastorcitos en diciembre son personajes representativos de nuestra cultura, pero ninguno le discute la primacía a la catrina, símbolo de la mexicanidad por excelencia.
Fusión perfecta entre la diosa precolombina de la muerte “Mictecacíhuatl”, la picardía mexicana y la inventiva creativa de José Guadalupe Posada, la catrina se ha convertido en un ícono de unidad nacional que traspasa fronteras y nos representa por todo el orbe.
Lejos de ser una fecha de duelo y de guardar, la efeméride del 2 de noviembre es motivo de fiesta y de júbilo para los mexicanos. Cierto, a lo largo y ancho del país las celebraciones varían ampliamente en formas y estilos, pero no en pasión y entusiasmo.
Los cementerios suelen ser un hervidero de gente que no sufre, sino festeja, entre una algarabía de colores, olores y sabores. Visitamos los panteones no para recordar a nuestros seres queridos que se nos adelantaron, a ellos los llevamos en el corazón, sino para ser partícipes de la fiesta de los muertos.
En las casas y oficinas los altares se componen de petates con pozole, mole, enchiladas, sopes, tequila y tabaco, al gusto del difunto. No falta, por supuesto, el rico “pan de muerto” en abundancia, esa adaptación colonizadora a las hogazas producidas por la cocción de harina de amaranto remojada con la sangre de los sacrificios humanos que acostumbraban a realizar las tribus guerreras mesoamericanas.
A un lado, siempre la veladora prendida que junto a la vereda de flores de cempasúchitl alumbra el camino del alma del ser querido hacia el Mictlán mexica, el Paraíso Católico o ambos. Más que un homenaje a la muerte es una celebración de la vida.
Los mexicanos somos un pueblo valiente, que en lugar de alejar a la muerte de nuestras vidas la incluimos, la celebramos, la desafiamos y la hacemos partícipe de nuestra cultura y nuestra alegría. Es un pilar básico de nuestra identidad.
Protejamos nuestras fiestas del embate cultural extranjero. Sigamos cultivando en nuestros hijos el amor a México a través de nuestras hermosas y ancestrales tradiciones. Al final de cuentas es lo que nos distingue como pueblo y nos une como mexicanos.
¡Feliz Día de Muertos!
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