La democracia requiere de demócratas.
Un Estado que intenta ser equilibrado y dar cabida a las minorías, generalmente asume algún tipo de organización que permita precisamente eso. En el caso de nuestro país y de nuestro estado, la división de poderes se presenta en tres: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Se supone que esta división previene la posibilidad de que alguno de esos poderes avasalle a los otros, además de obligar a un diálogo político entre el Ejecutivo y el Legislativo teniendo como una especie de árbitro que interpreta las leyes al Judicial.
Parece que en Nuevo León no nos hemos enterado de ello, al menos no lo han hecho los políticos actuales que, en palabras del gobernador Samuel García, han transformado las diferencias de sus posiciones políticas, “en un pleito de borrachitos”.
Aunque la frase es muy gráfica, considero que no es del todo exacta, ya que unos y otro intentan sacar adelante sus objetivos y ambos fueron electos por votación popular. Para diferentes funciones, pero electos.
Ahora bien, para que haya democracia, se dice, debe haber demócratas y parece que ambos bandos están por ahora actuando como si su mandato popular fuese el único y no tuviesen cabida otras opiniones.
He señalado en este espacio en distintas ocasiones, que en el caso del PAN, este partido ha optado por enfocar sus baterías electorales a ganar el Congreso local, dejando de lado la gubernatura y hasta ahora han sido exitosos en su apuesta, lo cual los ha llevado a querer dar un paso más allá, el cual consiste en quitarle espacios al Poder Ejecutivo aprovechando su fuerza en el Legislativo.
El caso es que para hacerse fuertes en el Congreso, han recurrido a lo que el clásico llamaría “estrategia política”, lo que, a su vez, les requiere acaparar recursos para poder mantener esa estrategia. De ahí que privilegien sus intereses y el de quienes los apoyan dejando de lado a quienes no lo hacen. Más o menos, con otras dimensiones, lo que ocurre en el ámbito federal solo que allá el Legislativo trabaja subordinado al Ejecutivo, pero con los mismos resultados.
En pocas palabras, no hay espacio para las minorías.
El PRI, vamos a decirlo así, es nuevo en este camino, tiene poco recorriéndolo, pero ya le halló el sabor a tener poder desde el Legislativo y ha comenzado a transitar por este sendero, el caso con este partido es que todavía no tiene un grupo tan hegemónico como lo es la llamada “Santísima Trinidad” en el PAN.
Ello sin desconocer que el grupo medinista es el fuerte en el tricolor, lo que sucede es que no está tan cohesionado, o al menos eso parece.
Por lo que respecta al Ejecutivo, también electo por mayoría, resulta que al ser Movimiento Ciudadano un partido relativamente nuevo en el estado, no tuvo los arrestos para ganar la mayoría en el Congreso, con lo cual, siendo una minoría que se encuentra en el tercer lugar, de alguna u otra manera está en manos de quienes se han constituido en mayoría en el Legislativo, de ahí que tenga que luchar por sobrevivir, ya que de otra forma este partido puede constituirse en flor de un día en Nuevo León.
Así van las cosas.
Por último quiero subrayar que me parece que es sana la división de poderes, siempre y cuando los políticos tengan vocación de políticos y entiendan que en las democracias modernas las minorías tienen un lugar, que no se trata de jugar al todo o nada.
En caso contrario la lucha política se convierte, como lo dijo Samuel, “en pleito de borrachitos”, con los ciudadanos como seguros perdedores.
Juan Palacios
JUAN PALACIOS es educador de profesión, periodista por vocación. Editorialista en La Moneda, ABC, El Porvenir y Radio Alegría, en Monterrey.