Siempre me han maravillado los aviones. De niño disfrutaba construir prototipos aéreos de radiocontrol y coleccionar relojes de aeroplanos.
De grande, apenas cumplí mi mayoría de edad, cursé la carrera de piloto aviador y obtuve mi licencia de vuelo.
El hecho de que el ser humano haya desafiado su condición de mamífero sin alas y haya conquistado los cielos me parece una de sus mayores proezas.
Sin duda de ahí proviene una parte de mi pasión por la aviación y mi admiración para sus inventores. La otra parte deriva de su parecido con la vida del ser humano.
Sobre un avión actúan cuatro fuerzas: la potencia, la sustentación, el lastre y la gravedad.
La potencia lo impulsa hacia delante mediante la fuerza del motor o la turbina. La sustentación lo empuja hacia arriba gracias al efecto aerodinámico de las alas. El lastre lo frena hacia atrás por la resistencia del fuselaje al aire. La gravedad lo jala hacia abajo a causa del peso de sus componentes.
En la vida de las personas también interactúan estas cuatro fuerzas. La potencia es la fuerza vital que nos dan los motivadores en nuestras vidas: desde el instinto de supervivencia hasta el cumplimiento de nuestros sueños. El querer trascender, dar el ejemplo de lucha a nuestros hijos, dejarles un patrimonio, son alicientes que nos impulsan hacia delante.
La sustentación nos la otorga la estabilidad familiar, emocional, espiritual y económica, así como el tener un sentido en nuestras vidas, y nos empuja hacia arriba.
El lastre es la resistencia que encontramos a nuestros proyectos. La envidia, la incredulidad, el egoísmo y los obstáculos en general, así como la hostilidad en el ambiente de negocios y la incertidumbre económica, son factores que frenan y conducen hacia atrás.
La gravedad es el peso muerto que cargamos con nosotros: los traumas, los resabios, los rencores, los paradigmas, los pruritos. Nos jalan hacia abajo, nos impiden pensar con claridad y aligerar el viaje.
A pesar de que algunas fuerzas son negativas, todas son necesarias para que un avión pueda iniciar y concluir felizmente su vuelo. Aquí la maravilla de todo esto. Sin la gravedad no podría aterrizar o sin la resistencia sería imposible maniobrarlo.
Así en nuestras vidas. Podemos eliminar peso y sortear obstáculos, pero siempre quedarán algunos y debemos aprender a vivir con ellos.
Para emprender el vuelo por la vida se necesita un equilibrio de todas las fuerzas.
La vida es muy similar a los aviones, los que por cierto, entre más fuerte sople el viento en contra, más rápido se levantan.