¿Qué criterios tendría la reinvención del activismo ciudadano bajo la 4T?
a) Profesionalizar las capacidades del activista. La ira e indignación exigen ser tamizadas a través de la racionalidad que proviene de la disciplina estratégica y la capacidad pedagógica para escuchar, empatizar y empoderar al otro. Y de la espiritualidad (no religiosa) para desarrollar una resiliencia (no momentánea) sino como vocación de vida.
b) Focalizar esfuerzos, no en la incidencia en políticas públicas, porque ese espacio será cerrado, sino en la organización comunitaria en territorio: casa por casa. Cuadra por cuadra. Colonia por colonia.
c) Empoderar al ciudadano desde lo local, en la defensa irrestricta de sus Derechos Humanos. Dentro de los cuales, cabe –por ejemplo- el acceso a servicios públicos de calidad, salud, vivienda, medio ambiente, seguridad pública, transparencia y rendición de cuentas.
d) Desarrollar –las distintas organizaciones de la sociedad civil– una triple apertura para: (1) romper su elitismo tradicional y establecer una relación horizontal, pedagógica y territorial con la gente; (2) reescribir su agenda particular para vincularla a la defensa de los Derechos Humanos. Toda agenda vinculada a la resistencia contra el Estado, más si es populista-autoritario, está por necesidad vinculada a la defensa radical de los Derechos Humanos; ejemplo: género, libertad de expresión, movilidad sustentable, etc., y (3) construir puentes entre esas agendas particulares para edificar coaliciones y alianzas estratégicas unificadas que tendrán una mayor representatividad social y vinculación territorial con el ciudadano.
e) Ampliar la función de los Observatorios ciudadanos de cepa empresarial -Consejos Cívicos de Instituciones- para que nutran y fortalezcan con datos duros la organización y lucha de esos colectivos unificados en torno a una agenda de Derechos Humanos.
El nuevo activismo ciudadano bajo la 4T, será profesional, comunitario, territorial y unificado bajo una agenda radical de Derechos Humanos o no será.