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El informe

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentará este domingo su Primer Informe de Gobierno, y la campaña promocional diseñada para anunciar el hecho anticipa el mensaje del mandatario en Palacio Nacional: la enésima repetición de una perorata ya muy conocida.

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentará este domingo su Primer Informe de Gobierno, y la campaña promocional diseñada para anunciar el hecho anticipa el mensaje del mandatario en Palacio Nacional: la enésima repetición de una perorata ya muy conocida.

Poco puede esperarse del discurso presidencial más allá de la reiteración sobre cómo todas las pifias cometidas por este gobierno son culpa del “pasado neoliberal”, la vociferación en contra de los críticos y contradictores a quienes se calumniará una vez más, o la insistencia en dibujar un país distinto y mejor gracias al advenimiento de la transformación de cuarta.

En otras palabras, poco o nada puede esperarse de esta homilía dominical como no sea la ya tradicional pirotecnia verbal recetada desde el púlpito presidencial cada mañana.

Lo anterior se debe esencialmente a tres elementos: El primero está constituido por la extraña decisión de convertir el informe de gobierno en un recuento de lo “no hecho”, de lo “no ocurrido”, de las abstenciones de un gobierno cuya pretendida vocación por la frugalidad le ha conducido al inmovilismo.

Y es una extraña decisión porque, al ser el Informe un acto diseñado para la rendición de cuentas, es decir, para enumerar las acciones realizadas en el cumplimiento de las responsabilidades inherentes al cargo, lo deseable sería conocer el catálogo de lo sí hecho, de lo sí ocurrido.

De espaldas a esta lógica, el señor de las otras cifras pretende arrancarnos aplausos enumerando lo inexistente o lo desaparecido: la pensión de los expresidentes, los seguros de gastos médicos, el avión presidencial, el Estado Mayor… (el avión no ha desaparecido, por cierto, y no se ahorró un sólo centavo en desarticular al Estado Mayor, pero eso es otra historia).

El segundo deriva de la necesidad de evitar los dos temas en los cuales se nota más la incompetencia de este gobierno y, al mismo tiempo, son identificados por la sociedad mexicana como los más relevantes de la agenda pública: la economía y la seguridad.

Y aquí nuevamente la campaña promocional arroja luz sobre la vocación del iluminado de Macuspana por la frivolidad y la impostura. Dos spots se dedican al tema de la seguridad: en el primero aparece el Presidente presumiendo su reunión todos los días, a las 6:00 de la mañana, con el gabinete de seguridad. En el segundo nos recuerda cómo los más de ocho mil integrantes del extinto Estado Mayor Presidencial ya no lo cuidan a él, sino al pueblo, a través de la Guardia Nacional.

Pues sí: mucha reunión de madrugada y ocho mil efectivos al nuevo cuerpo de seguridad, pero el primer semestre de este año ha sido el periodo más violento de la historia moderna del País. Ni con Enrique Peña Nieto, ni con Calderón, ni con Fox, ni con Zedillo tuvimos una tasa de homicidios tan alta como en los primeros meses de esta administración.

¿Le servirá de algún consuelo a las miles de familias, enlutadas durante los últimos nueve meses, saber cómo este Gobierno –a diferencia de los anteriores, desde luego– sí tiene una reunión diaria, a las seis de la mañana, para evaluar la situación de la seguridad pública del País?

Y en el terreno de la economía el asunto es aún peor. Instalado en el recuento de lo no ocurrido, para López Obrador cumplir en este rubro implica no haber incrementado los impuestos ni los precios de los combustibles, o no haber registrado un alza en la inflación, como si la competencia en campaña se hubiera dado entre quienes prometían subir los impuestos o aumentar el precio de la gasolina y él.

El problema es lo sí ocurrido: el desplome en la creación de empleos, el estancamiento absoluto de la economía –así como el peligro latente de recesión– y el desplome en la confianza de los inversionistas.

El tercer elemento es el relativo a la incontinencia verbal de nuestro mandatario: hablar tanto y tan seguido le ha llevado, desde hace tiempo, a repetirse al grado del aburrimiento. Por eso mismo resulta absolutamente imposible esperar alguna novedad en su discurso de este domingo.

De hecho, cualquier persona podría confeccionar desde ahora el “mensaje” con motivo del informe realizando una operación simple: imprimir la versión estenográfica de las mañaneras, recortar las frases, lanzarlas hacia arriba y luego leerlas en la forma como queden acomodadas en el suelo.

“No es para presumir…”, dice el Presidente al inicio de los anuncios promocionales de su primer informe. ¡Y tiene razón! los resultados arrojados por su gestión al frente del Gobierno de la República no son para presumir sino para sentirse avergonzado.

De hecho, lo único digno de celebrarse, una vez llegados a estas alturas de la historia, es el paso del tiempo… como no queriendo, ya prácticamente se consumió el primer año de este gobierno, es decir, cada vez falta menos para llegar a la otra orilla.

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