Las innumerables creencias con las que nos educaron, las que tenemos y heredamos sobre el cuerpo humano y nuestro cuerpo, son muy peculiares. En algunas religiones el cuerpo es una entidad pecaminosa, mala, que nos arrastra hacia pasiones inmorales, obscenas. No me estoy refiriendo a ninguna religión en específico, aunque tenemos la conciencia -en general- de que poseemos un cuerpo, pero en limitadas ocasiones o nunca nos damos la oportunidad de reflexionar con seriedad sobre él, ignoramos qué piensa, siente, crea y vive.
Darle al cuerpo buena dieta, deporte, vida sana y demás recursos es lo natural, lo que corresponde para la vida. El apóstol Pablo dice, en su Carta a los Efesios: “Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida”, también es razonable el deseo de lucir elegante, de realzar la belleza física y disimular los defectos.
Pero preguntarnos ¿Qué significa para mí tener un cuerpo? Es algo pesado, significa trabajo, enfermedad, aburrimiento, es latoso o lo consideras algo gozoso, alegre, dinámico, creativo?
Algunos creen que hay que darle mucha importancia al cuerpo, tienes que cuidarlo y aunque nos dijeron que venimos a esta vida a sufrir, es mejor atenderlo porque después, al irnos, dicen que todo será felicidad, iremos a un lugar ligero, pero muchos no creen que eso sea posible y entonces creamos nuestro infierno.
Es cierto que durante siglos se despreció el cuerpo, se exaltaba lo espiritual a expensas de lo corporal, y la actitud ascética de abierta violencia en contra del cuerpo, eso no termina, aún vemos los espectáculos de la crucifixión en el mundo, sangre ofrecida a Dios.
Ante la depredación y los daños que los humanos hemos causado al planeta, el cambio climático, la falta de agua para el consumo de humano, la contaminación de los océanos, la precariedad de la biodiversidad, la extinción de la vida animal y ahora el coronavirus, viene la conciencia de que en aras del bienestar de minorías hemos contribuido poco o mucho a destruir nuestra casa.
El recreo que se ofrecieron grandes multitudes de compatriotas en las playas u otros lugares turísticos muestra el desenfrenado culto al cuerpo a través de la diversión, cuando las autoridades ya habían advertido la necesidad de cuidarse por el avance veloz de la pandemia en el mundo entero.
No es que se critique la diversión y el esparcimiento a los que todo el mundo tiene derecho, pero estamos en una amenaza en la que se juega la vida de multitudes. Vemos a Italia y España devastadas, con miles de muertos por la pandemia. Hablando con amigos españoles me describían los horrores que han vivido.
Ahora que entramos en el País a la Fase 2 y se han emitido planes y lineamientos para enfrentar la pandemia, por cierto el presentado por el Gobierno del Estado es un plan preventivo meticuloso que ojalá tenga una difusión amplia que permita la prevención por parte de los comerciantes, las empresas y la ciudadanía.
Revisemos la concepción que tenemos de nuestro cuerpo, lo amamos o lo despreciamos. Ahora que estamos en aislamiento cada uno puede determinar en dónde se encuentra en cuanto el amor a su cuerpo y por ende a la vida, atendámoslo desde el cuidado y el cariño, porque es la expresión de nuestra individualidad y de nuestra unicidad.
El sedentarismo y la alteración de horarios podrían ocasionar fatiga, lentitud física o mental, cambios en el ciclo de sueño y hasta depresión. Contra ellos fomenta la comunicación con los tuyos, no te encierres en ti, las crisis son oportunidades, búscalas para fomentar la paz y la tolerancia así vas a enriquecerte y también a los tuyos.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.