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Partidos en cuarentena

El nuevo coronavirus ha resultado más democrático que la democracia misma, pues no respeta rango ni actividad, sea política, cultural, artística o empresarial. Carlos, Príncipe de Gales; el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson; el tenor Plácido Domingo y el abogado español Baltazar Garzón, quien asesoró a los Moreira y ahora defiende al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin, acusado de delitos de corrupción, figuran entre los contagiados.

Los presidentes Donald Trump (Estados Unidos) y Jair Bolsonaro (Brasil) dieron negativo en las pruebas; también la Canciller Angela Merkel (Alemania), pero en su caso está en cuarentena por haber estado en contacto con un médico infectado.

Jaime Sepúlveda, director del Instituto de Ciencias de Salud Global de la Universidad de California, San Francisco, dice sobre el Covid-19: «es un igualador social -afecta por igual a pobres y ricos-. En un país con tanta desigualdad, y tan dividido, tenemos ahora que estar más unidos que nunca» (Reforma, 24.03.20).

En la disyuntiva de «salvar vidas o salvar la economía», la cual, espera, no se presente, opta por la primera: «Retrasar las medidas de distanciamiento y aislamiento podrían beneficiar la economía, pero a costa de muchas muertes prematuras. El impacto será seguramente brutal, pero lo primero es salvar vidas».

La Constitución debería medir a todos por el mismo rasero («La mujer y el hombre son iguales ante la ley», Artículo 4°), pero en la práctica no cumple esa función, pues el poder, el dinero y las influencias siempre inclinan la balanza a su favor.

Igualador es el voto, pues vale lo mismo el de Carlos Slim que el de uno de sus trabajadores más modestos. Pero tampoco, pues el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación -y sus equivalentes en los estados- han avalado comicios fraudulentos.

Igualadora, la muerte. Total, el mundo está hoy de cabeza por un organismo microscópico sin células, pero con corona.

En tiempos de miedo colectivo, cuando las estadísticas sobre muertes y contagios causados por el coronavirus no tranquilizan, la sociedad recurre a los libros en busca de respuestas, dice el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

Para el autor de Tiempos Recios (Alfaguara, 2019), «nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueron varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras» [Piedra de toque («¿Regreso al medioevo?»), El País, 14.03.20].

El periodista y escritor Jesús Silva-Herzog Márquez coincide con el Nobel en que «los ocultamientos de información en los regímenes autocráticos» afectan a la opinión pública, pero refuta: «Se equivoca Mario Vargas Llosa cuando advierte que la crisis del coronavirus solo puede explicarse porque incubó en la dictadura china. (…) ¿Es cierto eso? ¿No existen mecanismos de ocultamientos en los regímenes democráticos? ¿No padecen las democracias liberales constantemente de liderazgos incompetentes? ¿En verdad podemos decir que no existen ahí estímulos para rehuir decisiones severas?» (El Norte, 16.03.20).

El Covid-19 no solo ha alterado el ritmo del mundo, también alienta el debate político fuera de la partitocracia, cuyo aislamiento empezó después de las elecciones de 2018.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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