Ante las críticas que ha recibido por la manera de enfrentar, manejar y comunicar la actual crisis derivada de la expansión de la COVID-19, enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha presentado recientemente, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, volvió a esgrimir el petate del muerto, e insistió en que la elección de revocación de mandato sea en 2021 y no hasta 2022.
“¿Qué les ofrezco a los conservadores, con todo respeto, para que sea el pueblo de manera pacífica el que decida? Les ofrezco adelantar la fecha, que la revocación de mandato no sea hasta el 22, que la hagamos el 21, aprovechando que van a haber las elecciones, el mismo día”.
El titular del Ejecutivo dijo que, si la oposición acepta su propuesta, él enviaría la iniciativa de reforma constitucional.
“Esto ayudaría mucho a que se aminorara el ansia y que en este tiempo bajara pues el enojo, no el malestar social”, dijo. “El mejor método para resolver diferencias es el método democrático, en la democracia es el pueblo el que manda”. (forbes.com.mx)
López Obrador regresó así al ambiente que le es más cómodo, al que más se le da: la campaña política. Y, con ello, logró activar a sus seguidores para que en los espacios públicos en los que se mueven, tanto mediáticos, redes sociales, etcétera, siguieran con ese plan de campaña.
La premisa de su estrategia, según se deduce, es: los pueblos no están gratis ni por que sí con ningún movimiento. No es un capricho colectivo, masivo. No se trata de una reacción de simple simpatía, sino de algo mucho más hondo y significativo: la convicción de que se han alcanzado realidades que hace poco todavía parecían un sueño.
El paraguas de esta nueva campaña le permite recordar a sus electores por qué optaron por él. Les recuerda que la gente decía: ‘no sólo no voy a votar por ellos (llámese PRI, PAN, PRD, empresarios, líderes sindicales y jerarcas católicos), sino que además voy a votar por el que más les duele, por el que más afecte sus privilegios’.
Y a la vista de ellos, tan les están afectando las decisiones de López Obrador, que estos grupos privilegiados y sus personeros actúan con una feroz crítica hacia todo lo que haga y diga el Presidente. Con lo cual se fortalece la percepción, ante ellos, de que este último está actuando tal y como lo prometió en campaña y respondiendo al sentimiento de los ciudadanos que en su mayoría se decían indignados por los abusos de quienes ostentaban posiciones de poder y la impunidad con la que actuaban.
El hartazgo hacia las élites, política, empresarial, sindical y religiosa hoy sigue siendo una de las fuentes de legitimidad del gobierno de López Obrador. Por tal motivo, a pesar de errores y omisiones, cada vez que reactiva su campaña, logra que la percepción de su actuar no caiga a niveles peligrosamente negativos para él.
Además de que cuenta aún con el apoyo de una mayoría silenciosa, algunos incluso beneficiarios de sus programas sociales, que no se manifiestan en ningún medio. Y, otro activo más, una oposición pulverizada que no atina a organizarse para articular una opción viable en contraposición al actual Mandatario.
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