Imágenes de gente infectada de coronavirus que salta de edificios o cae fulminada en las calles y pilas de muertos forman parte de la catarata de noticias falsas que infesta las redes sociales y aumenta la angustia colectiva. En 1938, el actor Orson Welles adaptó la novela La guerra de los mundos, del británico H. G. Wells, para una serie de radio. El público fue advertido de la ficción al principio del programa. Muchos no escucharon el aviso y tomaron por cierta la invasión alienígena. El pánico cundió en Nueva Jersey -donde supuestamente habían aterrizado marcianos- y Nueva York.
El formato de noticiario urgente dio verosimilitud a la obra. Los bonos de Welles, quien contaba 23 años, subieron como espuma. Su siguiente éxito fue en el cine. Ganó el Oscar al mejor guion original por El Ciudadano Kane; dirigida, escrita, producida y protagonizada por el oriundo de Kenosha, Wisconsin. El actual gobernador de ese estado, Tom Evers, por cierto, ha provocado la ira del presidente Donald Trump, pues está a favor de un confinamiento indefinido para proteger a la población de la pandemia de Covid-19. Trump, quien también ha manejado la emergencia sanitaria de manera errática, publicó en Twitter que «la gente quiere seguir con sus vidas» (Infobae, 15.05.20).
Modificada en 1949, La guerra se presentó en Ecuador sin prevenir al público -como sí se hizo en Estados Unidos- de la fantasía. La noche del 12 de febrero, locutores de Radio Quito cortaron un programa musical para avisar de la «invasión» con testimonios de ciudadanos que en realidad eran actores de radionovelas. Un ovni había sido avistado cerca de unas islas y otro sobrevolaba la región interandina, decían las versiones. Gente colmó los confesionarios de las iglesias, hubo suicidios y legiones se refugiaron en las montañas.
Solo cuando la situación salió de control los locutores revelaron el engaño. La reacción, sin embargo, no fue de alivio, sino de furia. El público acudió al edificio de Radio Quito para lanzar piedras y otros proyectiles. La violencia escaló y las instalaciones se incendiaron. El fuego se propagó a los talleres del diario El Comercio. Las autoridades informaron de cinco personas calcinadas y asfixiadas. La radiodifusora y el periódico reabrieron años después.
Welles pagó de otra manera. Acusado junto con su pareja mexicana Dolores del Río de comunista por el FBI, en 1948 se exilió en Europa. En 1956 regresó a Estados Unidos y reanudó su carrera cinematográfica. Seis décadas después, el coronavirus ratifica que la realidad supera a la ficción. Falta mucho por escribir sobre la nueva pandemia. Lejos de la genialidad de Welles, ganador de múltiples premios, están los políticos. Ellos causan pánico entre la población de otra manera, lo mismo en México que en Estados Unidos, en el Reino Unido que en Brasil.
Si en Estados Unidos una ficción como La guerra provocó pánico y en Ecuador violencia e histeria, suicidios y destrucción, hoy, frente a un virus invisible, letal y omnipresente, mucha gente, harta del encierro recomendado por la Organización Mundial de la Salud y por gobiernos sensatos, decide salir a la calle y retar a la muerte como si tal cosa. Así jamás podrá lograrse el ansiado aplanamiento de la curva de contagios y volverán a pagar justos por pecadores. A diferencia de la de Welles, la guerra contra el coronavirus es real y va para largo. Lo mejor es tomarla en serio.
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