Este lunes 24 de agosto miles de niños, niñas y jóvenes regresaron a “clases” dentro de la llamada nueva normalidad ocasionada por el virus del SARS-CoV-2, mejor conocido como Covid-19.
Para los que somos padres de familia, y aquí hablo de manera personal, nos da mucha nostalgia el no poder llevar a nuestros hijos a su colegio o a su escuela, como nos llevaron nuestros papás a la mayoría de los que hoy somos adultos y que amablemente leen estas líneas que escribe un servidor.
La nostalgia y a la vez preocupación, estriba en que por más, y aquí hago un reconocimiento a la labor de todas y todos los maestros, sea entretenida, didáctica e ingeniosa, nunca va ser lo mismo que sea presencial, y aquí es donde entra nuestra preocupación por el aprendizaje que puedan tener.
Aquí cito lo declarado en días pasados por Alejandro Enríquez, especialista en temas educativos de la Universidad La Salle, el cual señaló: “la suspensión de clases presenciales y el nuevo ciclo escolar a distancia por la pandemia de coronavirus afectará gravemente al sistema educativo en México, de tal manera que se perderán los avances de los últimos siete años.
“Entre más tarde llegue el semáforo verde para iniciar las clases presenciales, mayor será el impacto en la educación, además, será hasta que los alumnos regresen a las aulas cuando se pueda medir el nivel de la repercusión”, y comentó que un factor determinante en el aprendizaje de los menores es el tiempo prolongado y la distancia que mantiene el profesor con sus alumnos durante esta nueva modalidad.
En ese sentido, estimó que le tomará al aparato educativo mexicano entre cinco y siete años el recuperar los avances que ya tenía, además que se debe contemplar el problema del abandono escolar por la complicada situación económica de las familias.
Ante todo esto, en días pasados comentaba con varios amigos sobre de qué hubiera pasado, si desde el mes de marzo/abril, cuando inició esta pandemia en nuestro país y en Coahuila, todas las personas hubieran hecho caso a los recomendaciones que hicieron los especialistas para salir cuando es necesario, tener la sana distancia, lavarse continuamente las manos y usar el cubrebocas.
Aquí surge una importante duda, el presidente de un país es el ejemplo para muchas personas, dada la investidura que representa, y vuelvo a hacer una pregunta: ¿Qué hubiera pasado si Andrés Manuel López Obrador, Mandatario de este gran país, desde un principio de la pandemia hubiera aparecido -aunque sin hacerlo- con cubrebocas, y su Gobierno hubiera hecho una gran campaña de concientización sobre este tema? ¿Los casos disminuirían? obvio, aplicando el resto de las medidas…
El Presidente explicó en su momento que el motivo por el que no usa mascarilla o cubrebocas, es porque no está comprobado científicamente su eficacia para prevenir el contagio de Covid-19.
“No quiero yo entrar en polémica en este tema, si se considerara que con esto se ayuda entonces lo haría, pero no es un asunto que esté científicamente demostrado”, afirmó durante el encuentro que sostuvo en Oaxaca con medios de comunicación el viernes 24 de julio en su conferencia matutina.
Al inicio de la pandemia se comprobó que el virus del SARS-CoV-2 se transmitía cuando una persona entraba en contacto con otra persona infectada por el coronavirus, a una distancia más menos de un metro, mediante las gotitas de saliva expulsadas en un estornudo, tos o el habla.
La Organización Mundial de la Salud consideró que portar cubrebocas “debe formar parte de una estrategia integral que incluya medidas destinadas a eliminar la transmisión y salvar vidas”, e incluso recomenó a los gobiernos fomentar su uso para la población general en áreas donde la transmisión sea generalizada, en áreas donde sea poco posible aplicar las medidas de control ideales.
Usted como siempre amable lector tiene la última palabra, aquí solo nos queda decir que el hubiera no existe, pero ¿nuestros hijos podrían estar aunque sea, unos cuantos días en clases presenciales, si todas y todos hubiéramos hecho caso a esas simples recomendaciones?
PUNTO Y APARTE
Niños y adolescentes que participaron en 22 campamentos de verano del área de Barcelona, en España, mostraron una capacidad de transmitir el coronavirus hasta seis veces menor que la población general que les rodea.
Este es el principal resultado, aún preliminar, del mayor estudio realizado hasta la fecha sobre las dinámicas de transmisión del virus en menores de edad por un equipo del hospital infantil Sant Joan de Déu de la capital catalana.
Aunque también existen diferencias, la más importante de ellas es que en los campamentos la práctica de la totalidad de las actividades suele ser al aire libre, y que los grupos eran de un máximo de 10 niños.
El estudio forma parte de la plataforma Kids Corona, que desde hace meses trata de aportar luz sobre el impacto que la pandemia tiene en la población infantil.
La frase para el fin de semana: “Sencillo, si no sumas, no restes, si no apoyas, no critiques”.
¡Ánimo!
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