El proceso de renovación de la dirigencia nacional de MORENA, en específico de su Presidente y Secretario General, ha demostrado la incapacidad de los actores políticos de dicho partido de comportarse como demócratas, ya que lo mismo el proceso ha estado plagado de dados cargados, que de acusaciones de fraude o declaraciones de victoria de forma prematura.
Lo anterior no sería grave ni nuevo en el escenario político mexicano, ya hemos visto cosas similares en otros partidos, sin embargo se trata del partido en el poder, de uno que además se autodefine como representante de la democracia verdadera y que además dicen que cuenta con un proyecto común la “Cuarta Transformación”.
Pero las acciones de sus militantes demuestran lo contrario, no sólo son más de lo mismo, sino que lejos de compartir un proyecto común y saber construir acuerdos, MORENA está dejando a la vista sus fisuras, es decir, que son una amalgama de oportunistas, políticos rescatados del PRD, PRI, PAN y Movimiento Ciudadano, que se han colgado del arrastre electoral de Andrés Manuel López Obrador y que luchan por un botín que en realidad no les pertenece.
Ni Porfirio Muñoz Ledo, Mario Delgado, Yeidckol Polevnsky, Gibrán Ramírez, Citlalli Hernández o Antonio Attolini, representan ni a una ínfima parte de los 30 millones de votos que apoyaron al actual Presidente. De hecho, en lugar de contribuir a reforzar al Mandatario, están sumando pasivos, dividiendo al partido en el poder y generando una mala imagen pública para MORENA.
No queda claro cómo va a terminar la novela en la que se ha convertido la renovación de dirigencia de MORENA, pero lo que es seguro es que la polémica y las acusaciones cruzadas serán parte de la ecuación, porque heredó del PRD su esquema de tribus, del cual no ha podido desprenderse, ya que en su interior conviven muchos grupos irreconciliables, que lo único que buscan es una mayor tajada del pastel, aunque ello signifique dañar al partido.
@victorsanval
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