Francisco “Pancho” Villa es un héroe de la Revolución Mexicana y no cabe la menor duda de que goza de mucha simpatía entre los ciudadanos de este país, e incluso me atrevo a decir que de muchos otros países de lengua hispana.
En mi época de la secundaria (1976-1979), y como ya lo he comentado en otras ocasiones yo vivía con mi abuelita Ignacia en Tamuín, SLP, en ese entonces convivía con otros primos hijos e hijas de mi tía Rosa y mi tía Lupe, algunos menores y otros mayores que yo.
Mi tía Rosa estaba separada de su marido, de apellido Díaz, pero después de un tiempo regresó y así fue como lo conocí. Díaz era un tipo bajito de tupida barba y se enroscaba el bigote hacia arriba, así como Pancho Villa; como Díaz se había ausentado un buen tiempo, mi tía Rosa había colocado algunas de sus pertenencias en un tapanco de la casa, y entre ellas una imagen de Francisco Villa, “El Centauro del Norte”.
Díaz, de oficio carnicero y de quien además se decía era muy bueno porque hacía unos bistecs (filetes) muy parejitos y la cecina que preparaba no tenía comparación, pronto ingresó a trabajar en una carnicería ubicada en el mercado Gonzalo N. Santos, de Tamuín, SLP.
Un día fue a la casa de mi abuela, buscó, encontró y se llevó la imagen de Pancho Villa. Al poco tiempo y en una de mis andanzas, visité a Díaz en el establecimiento donde trabajaba y me percaté de que abajo del mostrador tenía la imagen de Pancho Villa con una veladora encendida; lo cuestioné del porqué hacía eso, y me contestó lo siguiente: “Yo le tengo mucha fe a Pancho porque me trae muchos clientes, y desde que lo traje hay buenas ventas”.
A mi escasa edad, lo único que pensé es que estaba “lurias”, zafado, “chisqueado”, que le faltaba un tornillo y quizá algún otro término apropiado para definir que estaba loco; hoy no pienso igual, pienso que cada ser humano tiene derecho a creer en lo que quiera o en quien quiera si esto le ayuda a tener un sosiego sicológico.
Los ciudadanos del mundo hemos sido criados bajo un sistema de creencias, algunos creen en los santos católicos, algunos otros en la Santa Muerte y hasta en Jesús Malverde, el “Santo de los Narcos”. Hay quienes creen ciegamente en lo que dicen los periodistas o en lo que prometen los políticos… todos necesitamos creer en algo o en alguien.
Quizá Francisco Villa no sea santo de la devoción de muchos, pero para Díaz, creer en él le proporcionaba la tranquilidad que necesitaba y pensaba que las buenas ventas que tenía no eran por su habilidad para cortar buenos bistecs o por la excelente cecina que preparaba, sino que el éxito en ventas que tenía se las debía a la intervención espiritual que hacía Francisco Villa.
Nos leemos pronto.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
Juan Carlos Guzmán
Nacido en Mapimí, Durango, se desempeña en áreas administrativas privadas y públicas. Sus pasiones: La familia, viajar, caminar en el campo y correr.
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