Hoy, muchos se espantan porque Paquita la del Barrio o el Pato Zambrano buscan un puesto de elección popular, cuando pedían a gritos ciudadanizar la política. ¿Será que ellos quieren definir qué ciudadanos sí y cuáles no tienen derecho?
Desde más o menos finales del siglo pasado a la fecha, he escuchado a muchas personas, incluyendo a muchos opinólogos, asegurar que era necesario “ciudadanizar” la política, con lo cual, sin proponérselo, admiten que los políticos son especialistas en política y que es necesario que no tengan el monopolio en el ejercicio de dicha actividad. Pero esa es otra historia.
Debo decir que, desde mi punto de vista considero que, cuando alguien habla de ciudadanizar la política tiene una idea elitista de lo que es un “ciudadano”. Muy al estilo de la democracia griega en el periodo clásico, es decir, cuando el “ciudadano” era solo aquel que tenía posesiones, riqueza y esclavos, sin contar los privilegios que venían con esa ciudadanía, como por ejemplo, cierto grado de educación.
El resto, los extranjeros, pero que vivían en, digamos, Atenas, o los esclavos que también habitaban ahí, no tenían ni siquiera derecho a opinar, no digamos ya a participar activamente en los asuntos del Estado, era una democracia ad hoc. En ese ciudadano insisto, es en el que están pensando quienes hablan de ciudadanizar la política.
Por ello, creo, hoy se asustan porque Paquita la del Barrio, Alfredo Adame, Pato Zambrano, algunos y algunas comentaristas deportivos, figuras del espectáculo de diversa índole y deportistas, buscan un puesto de elección popular.
Se desgarran las vestiduras y dicen que la política es hoy un mugrero. Exactamente lo mismo que decían cuando solo participaban políticos en ella.
La verdad es que para ser político y participar en la conducción del Estado, en cualquier nivel de gobierno, se requiere tanto vocación como preparación, no hablo necesariamente académica o escolar, sino que me refiero a una formación que tiene más que ver con el tutelaje de individuos que aprender a ser políticos y a gobernar, trabajando en las áreas de gobierno, sin dejar por ello de lado el aspecto académico acerca del trabajo gubernamental.
Porque luego resulta que hay “intelectuales” que en su vida han manejado un estanquillo de colonia y quieren de buenas a primeras, conducir el país. O personas que si bien han estado en la política pero siempre en la oposición a los partidos gobernantes y luego llegan al puesto y continúan siendo oposición, sin ninguna idea acerca de cómo se gobierno y con resultados desastrosos.
Ejemplos sobran.
Inclusive en la antigüedad ya hubo algún filósofo que declaró que solo los filósofos, los “estudiados” deberían gobernar, alguien le tomó la palabra, lo hicieron rey y tuvo que salir huyendo de la ciudad por el enojo de los habitantes ante lo desastroso de su gestión.
Eso buscan muchos de quienes aseguran que se debe ciudadanizar la política, porque creen que gobernar es cosa de certificaciones académicas.
Aunque, por otra parte, hay quienes ven la ciudadanización desde otra óptica y consideran que gobernar no tiene ciencia, que cualquiera puede hacerlo, que solo es cuestión de sentido común y de pronto se encuentran ante el desastre y cientos de miles de muertos porque el ejercicio de gobierno sí tenía ciencia.
En fin, el caso es que, así como no cualquiera es abogado o doctor, tampoco cualquiera está preparado para ejercer el poder que trae consigo un puesto público, algunos creen que todo es tomar decisiones técnicas, cuando toda decisión de gobierno es política y otros creen que solo es política, aunque todas las decisiones tengan componentes técnicos.
El caso es que la realidad hoy nos dice que no, ciudadanizar de cualquier forma la política no es la solución, quizá deberían buscarle más por el lado de los organismos autónomos y con políticos preparados para la política.
El resto ya lo vemos día a día.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
Juan Palacios
JUAN PALACIOS es educador de profesión, periodista por vocación. Editorialista en La Moneda, ABC, El Porvenir y Radio Alegría, en Monterrey.