El reagrupamiento del PRI en Coahuila obedece a la necesidad de recuperar espacios en el Congreso federal y conservar el poder. Lo primero le daría al Gobernador voz en la Cámara de Diputados, donde hoy no pinta. Para el segundo propósito se dio un paso al evitar la emigración de liderazgos. La postulación de expriistas bajo las siglas de Morena o del PAN, habría dificultado aún más el escenario para las elecciones de alcaldes y diputados del 6 de junio. La operación política de Miguel Riquelme conjuró por ahora ese peligro.
Los gobernadores perdieron influencia en el Congreso en 2018, cuando Morena se hizo con la mayoría en las cámaras de Diputados y de Senadores. La apuesta de la alianza Va por México, formada por el PAN, PRI y PRD, que no incluye a Coahuila, consiste en regresar a la fórmula de Gobierno dividido para limitar al presidente López Obrador. El PRI detentó el monopolio del Congreso durante 68 años y lo perdió en las elecciones intermedias de Ernesto Zedillo (1997), cuando las oposiciones sumaron más diputados. El esquema se repitió en las administraciones de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto.
Sin embargo, aun con la coalición tripartita, las encuestas todavía favorecen a Morena. Esta será la primera vez que, en Coahuila, en unas elecciones intermedias, coincidan las de diputados federales y de alcaldes. En el caso de las legislativas, el PRI, por regla general, recuperaba los distritos perdidos en las presidenciales. En estados como el nuestro, la norma sigue vigente: en 2017, el partido gobernante perdió la mayoría en el Congreso local y el año pasado volvió a hacer “carro completo”.
El problema reside ahora en que el PRI, el PAN y los gobernadores llegarán a la elección de junio sin la fuerza ni el respaldo suficientes para afrontar a un Presidente cuya prioridad es ganar el Congreso para consolidar su proyecto político, económico y social. Si fracasa, la sucesión de 2024 y el cierre del sexenio serán todavía más complicados. Morena ganó en 2018 las senadurías y la mayoría de los distritos de Coahuila. Las expectativas del PRI y el PAN, de avanzar en los comicios intermedios, se fundan en el desgaste de AMLO y en las divisiones del partido guinda más que por su desempeño como oposición, reprobado por los ciudadanos.
Extrapolar el “carro completo” del 18 de octubre pasado a los comicios del 6 de junio es un error, pues apenas votó el 40% de la lista nominal. La elección de diputados la decidieron las estructuras partidistas. La del PRI funcionó, la de Morena brilló por su ausencia y el voto duro del PAN disminuyó.
Sin embargo, en procesos para nombrar alcaldes y diputados federales, la participación ronda el 55%. Si el descontento con el Presidente y la intención de no votar por el PRI se expresa en las urnas, el PAN podría volver a dar signos de vida.
En cuanto a alcaldías, Acción Nacional y Morena ganaron las más importantes en 2018, excepto la joya de la corona: Saltillo, donde el PRI arrasó en las dos últimas elecciones. Empero, un resultado adverso en la competencia entre José María Fraustro Siller y Armando Guadiana Tijerina, de Morena, podría cambiar la relación de fuerzas no solo en la capital, sino en el estado.
El gobernador Miguel Riquelme superó el primer escollo: evitar que el PRI se dividiera. Falta el segundo: ganar el 6 de junio el mayor número de posiciones en un entorno presionado por la pandemia, la falta de recursos y un país polarizado cuya figura central es hoy por hoy el Presidente.
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