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Luismirrey… ¡No!

En mi viaje de regreso tuve unas horas muertas que me permitieron ver el inicio de la segunda temporada de la serie sobre Luis Miguel (sí, me declaro guilty as charged).

Mi interés nunca ha sido el cantante, sino su madre Marcela. Supe de su caso por ahí de 2007, en un artículo donde Fabrizio Mejía errónea e irresponsablemente atribuía su desaparición a un tiroteo en una fiesta del Negro Durazo.

Al Negro llevó años siguiéndole la pista. En algún momento escribiré un artículo sobre él y otros personajes de los servicios de seguridad que en el día se dedicaban a torturar, destazar y desaparecer revolucionarios, y por la noche convivían alegremente con la farándula y la proveían de mariguana y coca a reventar.

Pensaba que de ser cierto que Marcela había sido desaparecida por la gente del Negro, esclarecer qué había pasado con su cuerpo tal vez ayudaría a resolver otros casos. Más la serie no deja lugar a dudas de que el papá de Luis Miguel mató a la madre.

Otros personajes de la farándula han salido a decir que era un secreto a voces que Luis Rey había ahogado a Marcela en una alberca y desaparecido su cuerpo.

Eso sólo hace ver a la gente de la farándula en el esplendor de su putrefacción moral. Nadie alzó la voz por Marcela, asesinada en 1986, nadie reivindicó su memoria, nadie buscó un castigo a los culpables, todo quedó como uno más de los famosos secretos de familia.

Respecto a Luis Miguel, es una abyección que permitiera que la especulación floreciera para darle un halo de misterio a su persona que le garantizara perpetuidad mediática.

Nos equivocamos quienes lo imaginábamos como víctima secundaria de una desaparición, como alguien que no tenía una tumba dónde llorar a su madre y la buscaba hasta el día de hoy.

Lo supo todo desde 1992… y lo calló.

Desde luego, tampoco es fácil salir a decirle al mundo que tu papá mató y desapareció a tu mamá, aún si el padre ya estaba muerto para entonces.

Es impactante que el máximo icono pop de México tenga una historia tan terrible y que los medios sólo se hayan solazado como buitres, sin ningún asomo de respeto, ética o empatía.

Al margen de esto, otro aspecto de la serie es la manera en que Luis Miguel (productor de la misma) permite que se le retrate: como mujeriego, alcohólico, cocainómano, workaholico, incapaz de comprometerse emocionalmente con nadie, herido eternamente por la desaparición de su madre, de la que se siente culpable.

El tipo parece estar tranquilo con la vida que ha llevado, desafiando por completo a la cultura de la cancelación. Ser el Rey de los Mirreyes, vivir para el vicio, tratar a las mujeres como trozos de carne y ser un padre irresponsable, nada de eso es suficiente para que haya una opinión negativa sobre su persona.

La compasión que desata por el caso de su madre pareciera blindarlo contra toda crítica. Mi pronóstico es que Luis Miguel se mantendrá en la zona de exclusión porque incluso muchas de las feministas de mi generación y de las generaciones siguientes crecieron amándolo y creo que lo perdonan en secreto.

Afortunadamente ese no fue mi caso, pero no deja de impresionarme su historia, donde se entremezclan tantos niveles de la historia mexicana de finales del Siglo XX.

Comentarios
Adela Cedillo

Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la guerra sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas.

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