¿Cuál sería el corte de caja a 31 días de las elecciones en Coahuila? ¿Quién va ganando o perdiendo?
Empecemos con los ganadores.
El PRI luce, al día de hoy, como el partido con mayores posibilidades de arribar en primer lugar, con la mayoría de alcaldías y diputaciones federales en su bolsa.
Cuatro situaciones juegan a su favor: la conducción política del primer priista del estado que ha demostrado ser un operador y estratega consumado, la eficacia probada de su estructura partidista, el rechazo entre clases medias y altas contra Morena y el pragmatismo del votante de esas clases sociales para votar por el PRI por tener mayores posibilidades –que sus contrincantes no morenistas– de ganar la elección.
De esta manera, el gobernador Miguel Riquelme cerraría su sexenio con la fuerza política necesaria para definir su propia sucesión transexenal de manera exitosa.
El PRD aliado con el PRI en los 38 municipios del estado, lograría migajas traducidas en las alcaldías de 4 municipios pequeños (Guerrero, Sacramento, Villa Unión y Lamadrid) y algunas regidurías en el resto de los municipios.
De manera paradójica, sin tener Morena una estructura electoral, militante y disciplinada bajo una logística eficaz y eficiente para ganar elecciones, llegará detrás del PRI en segundo lugar.
Más allá de su congénita división interna y emproblemada definición de sus candidaturas, la marca AMLO y la profusa cantidad de programas sociales justifican tal posibilidad.
En este caso, Morena “gana perdiendo” y acumula fuerzas para la revocación de mandato en 2022, las elecciones gubernamentales en 2023 y las presidenciales en 2024.
Los perdedores, al día de hoy, son el PAN y la Unidad Democrática de Coahuila (UDC).
El PAN ha sufrido una descomposición progresiva en los últimos 16 años: el Síndrome del “Ya Merito” al intentar su arribo a la gubernatura, provocó entre sus militantes, fuertes divisiones internas (y regionales) ligadas a un control vertical y autoritario de los grupos panistas de Saltillo y Torreón que en distintos momentos tuvieron el liderazgo del partido.
Hoy, el PAN llega –al igual que el PRI– con candidatos reciclados pero con cuatro notables diferencias: su estructura territorial –si alguna vez existió– está desdibujada o en manos de Morena, vía Luis Fernando Salazar; el liderazgo de Chuy de León nunca sentó una mínima cohesión regional al interior del partido; la fuga de militantes blanquiazules es común y el voto tradicional panista ya es “útil” para elegir candidatos no panistas con mayor posibilidad de triunfo electoral.
Ni la candidatura de Marcelo Torres Cofiño en Torreón, o la de Tere Romo en Saltillo, escaparían a ese cuádruple maleficio blanco y azul.
Bajo este escenario, el PAN refrendaría el tercer lugar de las elecciones de 2020. Y ganaría, en el mejor de los casos, algunos municipios pequeños y Monclova, pero nada más.
¿Por qué la UDC cae en la categoría perdedora? Por su líder moral Lenin Pérez.
Pérez fue candidato del PAN a diputado federal en 2018. Formó parte de esa bancada en la Cámara pero nunca se separó del PAN o de ese grupo parlamentario.
Sin embargo, en estas elecciones, intentó ser candidato por Morena. Pero el 5 de mayo pasado, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió declarar “inelegible su candidatura”, por oportunismo y deslealtad partidista que defrauda “el apoyo popular que le dio la diputación federal panista”, en su momento.
Con esta decisión, Pérez Rivera enterraría a la UDC; partido que heredó de padre, el legendario sindicalista Evaristo Pérez Arreola: pues, al no competir con Morena en ese distrito por la diputación federal, la UDC “perdería su registro estatal”.
Este es el corte de caja de la contienda electoral al día de hoy. ¿Habrá sorpresas? Veremos a ver, como dicen mis amigos de Puerto Rico.
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