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MORENA tiene sus propios horrores

En el año 1998 empecé a estudiar la historia de las izquierdas mexicanas (comenzando por la legal), un viaje que sin haberlo nunca imaginado sería larguísimo y estaría lleno de aventuras que aún ahora no terminan de sorprenderme.

Por una cuestión dialéctica elemental, esos estudios han implicado la profundización de la naturaleza del sistema político mexicano y de su emblema más trascendente, el Partido Revolucionario Institucional, el PRI nuestro de cada día al que padecimos siete décadas en el poder, pese a lo cual en la academia muchos aún son renuentes a considerarlo una dictadura de partido único.

La maquinaria propagandística del PRI era tan eficaz que construyó mitos que aún son creídos a pie juntillas como: la idea del PRI como sinónimo del sistema político; la percepción del Presidente como un emperador sexenal; la ilusión de que nadie cambiaba la página de un libro sin que los orejas del PRI lo supieran, etc.

El PRI hizo un daño terrible a la sociedad mexicana, al País y sus recursos, a un punto en que pareciera que se filtró en nuestro ADN y nunca nos libraremos de él.

Cada partido político que emerge, desde el PAN en 1939 hasta MORENA en 2012, parece una iteración del PRI, además de recibir a los priístas desertores con los brazos abiertos.

Sin embargo, los analistas no podemos basarnos en esos mitos y fantasías, tenemos que esforzarnos por ir más allá.

Un partido político en el poder no determina un sistema político, para ello requiere de la intervención de muchos actores sociales. Un partido político en el poder, por mucho que se esfuerce, no puede controlarlo todo ni resolverlo todo.

Un partido político en el poder no puede trascender los mandatos del sistema económico imperante, a menos que sea una autocracia como Corea del Norte.

Un Presidente no es un dictador sexenal, menos en nuestra era, donde la soberanía del Estado es fuertemente disputada por el crimen organizado, y las élites extraterritoriales socavan a los gobiernos nacionales.

Podría seguir largamente con la lista de lo que un partido político y su Presidente en el poder no son y no pueden hacer, pero con estos ejemplos es suficiente.

Al principio me daba risa que tanta gente creyera que Morena y AMLO podían resolver todos los problemas nacionales por arte de magia, ahora me da rabia.

Rabia porque de ese pensamiento mágico, basado en la mitología de la Era Priísta, se han derivado conclusiones erróneas, la principal y más peligrosa, la idea de que devolver el poder al PRIANRD es preferible a MORENA.

La Derecha Mexicana se ha anotado un gran éxito en cultivar esa percepción a través de los medios de comunicación corporativos, unánimemente antigubernamentales.

No defenderé a MORENA de sus errores y limitaciones, pero mencionaré tres cosas por las que me parece aberrante decir que son igual o peores que sus antecesores:

1) No roban como los anteriores. No son una mafia oligárquica de políticos-empresarios que al llegar al poder se dedican al tráfico de influencias y a robarse hasta el aire de las llantas del erario público.

2) No dirigen las redes del crimen organizado. Quienes tienen la idea infantil de que todos los asesinatos del País asociados al crimen organizado son culpa de MORENA, desconocen la historia y las dinámicas de la violencia, especialmente a partir de la profunda fragmentación de las corporaciones militares y policiacas que se alían con los actores locales del crimen organizado sin que exista en la actualidad un mandato central del Gobierno Federal para promover esos pactos criminales ni, mucho menos, capacidad para desmantelarlos.

¿Cómo convences a tus policías y militares que te hagan caso a ti, el Presidente, y no al criminal que les manda costales de dinero y que, de no ser respaldado, mata a toda su familia? Así de grave está el problema de la soberanía criminal.

3) No reprimen como los anteriores. El Ejército es un poder de facto al margen del Ejecutivo.

Su poder es tan grande que han doblegado al Presidente en varias ocasiones. La Guardia Nacional sigue cometiendo graves violaciones a los derechos humanos porque el Ejército en las calles no tiene la capacidad para hacer otra cosa, están entrenados para pelear y matar, punto.

¿El Presidente no tiene control sobre eso?

No, no siempre, pues no es un dios y no puede estar en todas partes todo el tiempo.

Los gobernadores estatales tienen muchísima más responsabilidad por el clima de violencia en sus estados que el Presidente.

En la Era Priísta sí había un Poder Ejecutivo ordenando campañas contrainsurgentes, creando grupos paramilitares, matando y desapareciendo opositores a diestra y siniestra.

La tortura, la desaparición forzada, el asesinato político y los vuelos de la muerte representan los emblemas de lo peor de la dictadura priísta.

¿El día de hoy tenemos un Presidente que ordena torturar, asesinar, desaparecer y tirar al mar a sus opositores?

Enójense lo que quieran pero no, no lo tenemos.

No sean absurdos, MORENA y el PRIANRD no son lo mismo, por más que MORENA tenga su propio costal de horrores.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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Adela Cedillo

Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la guerra sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas.

Tw @Eliseirena