Un retador 2025 inicia: la humanidad negada a entender el cambio de época que inmisericorde le arrastra en un tsunami de incertidumbre opta por retornar a un pasado ya conocido en el cual priva la rigidez autoritaria, la desmesura populista y la nostalgia atrincherada para abrazar un cadáver putrefacto y maloliente a un rancio pesimismo.
La regresión es comprensible, aunque no justificable. Los tiempos actuales están dislocados del imaginado ideal de progreso ascendente y evolutivo.
Hoy, la racionalidad que prefiguró el destino de la humanidad es absorbida por el hoyo negro de la banal frivolidad del instante plasmado en redes sociales.
La realidad cotidiana parece no tener asideras firmes, pues se desvanece ante nosotros ante nuestra mirada ya normalizada.
La democracia no inyectó la esperanza en el cuerpo de esa humanidad atemorizada y confundida.
Erró al pensar que podría hacerlo aparejada a un post-capitalismo, rapaz y depredador, nutrido por las élites económicas y políticas.
¿El resultado? En su desesperación, las masas empobrecidas, los marginados de la tierra, encontraron al Mesías -con nombre distinto- para encontrar su redención, aunque sepan que no colmará su fallida esperanza porque será efímera y violenta.
Y, con ello, los tiempos distópicos, bajo el visaje de juegos del hambre, fueron inaugurados bajo una consigna deshumanizante: domesticar al hombre y su sueño por construir una sociedad a imagen y semejanza de su mejor versión. (Continuará).
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