El movimiento por el Estado de La Laguna ha sido intermitente, pero desde hace varias generaciones se convirtió en una causa irrenunciable. Desde mediados del siglo pasado, Torreón y Gómez Palacio fueron las ciudades más avanzadas de Coahuila y de Durango, pero a partir de los 80 la tendencia se empezó a invertir.
El agotamiento del sistema ejidal, la falta de un modelo alternativo y el desarrollo industrial de las capitales, aunados a la violencia y a la falta de inversión social y de infraestructura, rezagaron a la metrópoli lagunera, despoblaron los municipios circundantes y provocaron enojo ciudadano.
Después de varios años de inactividad, cual volcán durmiente, el movimiento ha empezado a lanzar fumarolas. ¿Anticipo de una erupción cuya consecuencia será, por fin, el tan anhelado Estado para liberar a los laguneros del yugo y el desdén de sus respectivas capitales? ¿O será, de nuevo, el parto de los montes? Tras varios sueños frustrados y de la primera campaña masiva por el Estado 33, desarrollada por ELLA (Estado de La Laguna), los promotores del proyecto tienen ahora razones para el optimismo.
Esta vez el diputado Porfirio Muñoz Ledo (Morena), figura histórica de la política nacional y uno de los artífices de la alternancia, fue quien despertó al volcán. “El estado de La Laguna es, para mí, un hecho inevitable”, dijo el 15 de enero en el Congreso. El mensaje –para los gobiernos de Coahuila y Durango– transmite el sentimiento de sociedades cuyas demandas han sido ignoradas por las capitales; y en el caso de Coahuila, agraviadas por el Gobierno de Humberto y Rubén Moreira.
El activismo de Muñoz Ledo y la aparente aquiescencia del presidente López Obrador son los motores que propulsan el movimiento del Estado 33. El apoyo federal explica la participación de políticos y empresarios cuya adhesión había sido de puertas adentro. Son los casos de Heriberto Ramos, exalcalde de Torreón (PRI); Ulises Adame, exdiputado priista por Durango y ahora militante de Morena; y del sector privado: Carlos Delgado, Carlos Muñoz y Jesús de la Garza. En un video publicado en las redes sociales, se pronuncian sin ambages por el nuevo Estado.
Sin embargo, es preciso movilizar a la comunidad, socializar el plan y fijarlo en el imaginario colectivo. Promoverlo en universidades, centros de trabajo, reactivar a ELLA, organizar foros y debates e incorporar el tema a la agenda de los medios de comunicación. La participación de los jóvenes es crucial, pues del futuro de La Laguna depende el propio. La atonía económica y política limita el crecimiento e inhibe la formación de liderazgos.
Para evitar que la euforia se desborde, el empresario Juan Abusaíd Rodríguez, aporta una dosis de realismo: “Fui a la junta del Estado de la Luna, perdón, de La Laguna. Siguen soñando y ponen todas sus esperanzas en un mortal (Muñoz Ledo), cuando debemos poner nuestro esfuerzo en crear una ciudadanía que se sienta orgullosa de pertenecer a la región lagunera; a partir de ese principio, y con las leyes que están en la Constitución, es más sencillo crear el Estado de La Laguna. Los asistentes a la junta creen que este año lo van a lograr”.
Abusaíd tiene razón. El Estado 33 depende de los laguneros: de su capacidad de unirse, organizarse y presionar al Congreso para activar los mecanismos que lo hagan posible, más que del padrinazgo de un líder brillante como Muñoz Ledo o de la voluntad del presidente López Obrador. El diputado de Morena lo resume así: “los laguneros no deben doblar las manos”.