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Circo, maroma y teatro

En esta ocasión te platico de una historia de entretenimiento que sucedió en esta hermosa ciudad, cuando ya no era la Villa de Santiago del Saltillo ni se llamaba Saltillo, sino que tenía por nombre Ciudad Leona Vicario.

Durante los pocos años en que nuestra hermosa ciudad llevó el nombre de la Dulcísima Madre de la Patria, sucedieron anécdotas, hechos o acontecimientos que vale la pena recordar. Algunos de ellos llaman la atención más que los otros, como lo es el caso de la historia del señor Pedro Molinares, quien acudió a la Presidencia Municipal para pedir un permiso muy especial.

El Sr. Molinares tenía el oficio de entretenedor, y no quiero confundirlo estimada y estimado saltillense con algo referente a los cubiertos para comer, sino que me refiero a lo quien entretiene, de acuerdo con la Real Academia Española. Es que Pedro, de quien te platico en esta historia, era cómico y quería un permiso para realizar una función de maroma. La verdad me imagine que durante una hora o más tiempo, el entretenedor se dedicaría a dar maromas y volteretas. Hasta llegué a pensar: ¡que aburrido sería eso de ver a una persona dando maromas, ahora sí, sin teatro¡, pero la realidad era muy distinta, pues los espectáculos de maroma del siglo XIX consistían en un espectáculo de acróbatas, algunos payasos, se exponía un animal exótico, además de la lectura de poemas y participaban funambulistas, quienes hacían acrobacias sobre una cuerda. Es decir, en realidad se trataba de circo, maroma y teatro.

Pedro, además de ser maromero o cirquero, era bueno para los negocios y sabía de las ventajas de presentarse antes que su competencia, por eso rápido, presuroso y con ventaja, se apersonó ante el cabildo de la ciudad —porque ya éramos ciudad, hace casi tres años habíamos dejado de ser villa— para proponer que él y sus maromas se presentaran primero, y que para el día siguiente se le diera la autorización al Sr. Vicente Ferrer Quintana, quien era su competencia y por supuesto también se dedicaba al circo maroma y teatro. Pedro se imaginó que de manera rápida e inteligente le haría el gane a su competencia, pues sabía que cuando los Leonavicaerienses hubieran gastado en el boleto para ver sus “maromas”, al día siguiente Vicente, su competencia, no tendría público y lo más cruel, no vendería boleto alguno.

Para fortuna de Vicente, la autoridad municipal se negó seguirle el juego a Pedro, por lo que ambos se presentaron el mismo día. ¿Quién tuvo más espectadores?, ¿quién vendió más boletos?, ¿qué espectáculo estuvo más entretenido?

Quiero agradecer a mi amigo Iván Vartán, ya que sin su ayuda me hubiera sido aún más complicado platicarles de esta historia de nuestra ciudad, cuando no se llamaba Saltillo, y ya había dejado de llamarse Villa de Santiago del Saltillo, y que tenía por nombre Leona Vicario.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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