El coronavirus tendrá impactos diferentes en base a 3 preguntas: (1) ¿Tiene el país la capacidad política para crear cercos sanitarios en ciudades o regiones y controlar la propagación del virus? (2) ¿Posee la capacidad sanitaria pública -con medicamentos y equipo médico- para dar respuesta a los afectados? Y, (3) ¿existe la capacidad cultural -de respeto a las instituciones – en los habitantes para que, sin miedo o pánico de por medio, sigan las instrucciones de las autoridades y eviten el contagio?
Más allá de la baja letalidad del virus, China e Italia poseen las 3 capacidades instaladas y demostradas en Wuhan y Lombardía.
En cambio, México no cuenta con ninguna; de ahí la pregunta ¿Cuáles serán los impactos del virus en nuestro país?
El 28 de febrero pasado AMLO declaró: “Estemos serenos y tranquilos ante el coronavirus. Tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales para hacerle frente”.
El 29 de febrero, Hugo López Gatell, subsecretario de Salud, puntualizó: “No existe una emergencia sanitaria por el coronavirus en México. Los 4 casos son importados”.
Sin embargo, ayer 3 de marzo, con Arturo Herrera, Secretario de Hacienda, al lado, Alfonso Romo, Jefe del Gabinete de AMLO precisó: “El coronavirus representa una ‘emergencia nacional’, por lo que ha acelerado la aplicación de recursos para atender esta crisis y sus efectos en la economía”.
Este desencuentro entre 4 actores políticos de 1er nivel genera desconfianza y vulnerabilidad entre los mexicanos.
Si agregamos la errática transición del Seguro Popular al INSABI con el desabasto de medicamentos y equipo médico, sumaremos entonces el miedo entre esos mismos mexicanos.
Al final, de acuerdo a López Gatell, en los próximos 2 años y medio habría “de 75 o 78 millones de mexicanos infectados (no enfermos), 8-10 millones con síntomas y un 2-5 por ciento con enfermedad grave”.
En corto: 129 millones de mexicanos apanicados tendrán que rascarse con sus propias uñas -claro, con manos bien lavadas y sin tocarse la cara- para sobrevivir al coronavirus.
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