A raíz de la publicación por parte de un grupo intelectuales del desplegado denominado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, el presidente Manuel López Obrador dijo celebrar que escritores se agrupen, se definan y dejen de lado la simulación para buscar restaurar el antiguo régimen caracterizado por la antidemocracia, la corrupción y la desigualdad.
“La historia nos enseña que cuando se pone en práctica un proceso de transformación siempre se produce una reacción conservadora; de modo que es absolutamente legítimo que exista una oposición al Gobierno que represento y a las acciones que estamos consumando”.
Lo único reprochable a este grupo, indicó, es su falta de honestidad política e intelectual, manifestada en el mismo contenido de su proclama.
Porque, en su opinión, a estos personajes bastaría con preguntarles: “¿Cómo contribuyeron a ‘los avances democráticos… para salir de un sistema autoritario y establecer democracia’ si casi todos ellos defendieron o guardaron silencio cómplice ante los fraudes electorales de la historia reciente del País?”
El tono del Presidente dejó claro que ya no correspondía a la respuesta a un grupo de intelectuales críticos a su Gobierno, sino más bien a un conjunto de opositores políticos, que fue “en lo que se convirtieron,” al plantear disputarle el poder a través de un llamado a una alianza opositora.
Carlos Salinas de Gortari, por citar al antípoda de quién hoy gobierna, ha señalado que “dadas las condiciones de polarización que hoy vive el País, con una sociedad no sólo dividida sino también desinformada, todo parece indicar que no se ha logrado generar un consenso. Es clara la incapacidad de los intelectuales de nuestros días, tanto de los que se inscriben en la alternativa neopopulista como de los que se forman en las filas del neoliberalismo, para establecer consensos en la sociedad civil.
En buena parte esto tiene que ver con la tendencia de algunos intelectuales a responder a diferentes requerimientos: los del gobierno en turno; los de algún proyecto de poder político o empresarial, nacional o internacional; o bien los de uno o varios grupos (educativos, académicos, culturales) con influencia en los aparatos del Estado”.
Finalmente, dice Salinas, “La polarización política que hoy divide las opiniones de los mexicanos se debe, en muy buena medida, a la propaganda ideológica que algunos intelectuales de nuestro país diseñan y difunden para promover y apoyar las posiciones de los grupos políticos a los que sirven. Actividad legítima, si no fuera porque quienes la ejercen se empeñan en imponer ideas antes que en convencer a sus destinatarios por la vía de la reflexión y el análisis”.
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