Me deslizaba por el feed de LinkedIn como todos los días, cuando vi un anuncio que me llamó la atención: “Se ofrecen servicios privados”.
En el titular que muestra la profesión de la persona del perfil, destacaban dos palabras: “Trabajadora Sexual”. Me quedé helada. Los mensajes de Romina (nombre protegido) salían regularmente en mi feed de LinkedIn, ella solía pedir a su red que la apoye dándole a conocer oportunidades laborales ya que llevaba desempleada algunos meses, ella ayudaba a su familia vendiendo comida, pero no les alcanzaba.
A inicios de junio supe que se había animado a emprender y estaba promocionando su nuevo negocio. Decidí seguirle con la consigna de comprarle algo cuando hubiera oportunidad, en esa cuenta llegó a acumular cerca de 400 seguidores.
Luego se esfumó del mapa, hasta hoy. Indagando, di con su cuenta relacionada con su trabajo actual. Lleva tres semanas y ya tiene más de 1,200 seguidores, cuenta en pornhub y muchos clientes “felices”.
Realmente no sé si Romina disfruta lo que hace en su nueva faceta. No sé si ella trabaja en esto sólo por necesidad o si en realidad le gusta lo que hace. Tengo un enorme peso en mi corazón, porque aún cuando la apoyé de la forma en que pude hacerlo no fue suficiente, y ahora una joven honrada, trabajadora y de su casa ha entrado de lleno a una vida que, antes de la pandemia, le era ajena.
Sé que no soy llamada a juzgarla. Tampoco aplaudo su decisión. Sencillamente me he detenido a escribir estas líneas porque reflexiono y creo que Romina fue orillada a hacer lo que hizo al saberse sola y necesitada.
Quizás ella no usó una buena estrategia para buscar trabajo, quizás no consiguió a tiempo los clientes que necesitaba para sacar adelante su pequeño negocio, puede que no se haya esforzado lo suficiente o sólo decidió no perseverar.
Aun si se ve su fracaso como el fruto de sus propias faltas, no deja de ser doloroso que haya tomado la decisión que tomó. ¿Necesidad o ambición? ¿Será que optó por convertirse en trabajadora sexual porque no estaba dispuesta a pagar el precio de tener éxito de otra forma?
Puede que yo nunca llegue a saber qué fue lo que realmente sucedió, pero lo que sé, es que la gran mayoría de emprendimientos no sobreviven al primer año, y la mayoría de la gente queda no sólo con su fracaso, sino con deudas.
La mayoría, sobreviven desde la informalidad. Diariamente veo en la calle muchos pequeños emprendedores que se ganan la vida comercializando frutas, legumbres, mascarillas, artesanías, juguetes, libros y artículos varios, algunos de ellos junto con su familia. En algún momento oí a mi papá decir que esto es una forma de mendicidad disfrazada, en ese momento no estuve de acuerdo, pero ahora lo estoy.
La mayoría de estas personas lidian con ganancias escasas, inseguridad laboral, propensión a accidentes laborales, no gozan de atención médica y se ven obligados a seguir en ese difícil mundo, ante la indiferencia de las personas con la que tratan todos los días, pero aún así consiguen subsistir gracias al apoyo de quienes, movidos por la solidaridad o la necesidad les compran diariamente.
Hace poco escuché a un analista económico hablar de las consecuencias del desempleo, y decía que la mayoría de las personas migrarán al mercado informal, que no podrá sostenerlos a todos.
Se asume en consecuencia que cierta cantidad de gente no logrará conseguir algo que le permita sobrevivir dignamente, por lo que es más probable que termine yéndose por el mal camino. A la larga, esto se constituye en un problema social: las mujeres se vuelcan a la prostitución. Para los varones, el camino a seguir es la delincuencia.
Quizás haya quienes crean que un trabajo como desnudista no constituya una gran problema o amenaza social, pero al haber muchos casos como el de Romina habrá más posibilidades de que un mercado ya difícil se vuelva más complejo, pues se incentiva la trata de personas con fines de explotación sexual, sin contar con el deterioro moral y espiritual de la nación, que va haciéndose cada vez más profundo.
¿Cómo podemos evitar que esto suceda? Creo que la respuesta se genera de forma homóloga al problema: pequeñas acciones individuales pueden provocar grandes impactos sociales, cuando muchos de los miembros de una misma comunidad proceden de igual manera.
Primero, considero que debemos tratar de comprar la mayor cantidad de bienes posible a los pequeños emprendedores, incluyendo los informales. No me refiero a que dejemos de abastecernos del supermercado o algo así, sino que es necesario hacer que estas personas sientan que sus esfuerzos por tener un trabajo honrado son recompensados.
Si no quieres hacerlo, puedes donar una pequeña parte de tus ingresos a organizaciones sin ánimo de lucro que se dediquen a una causa social, o apoyar emprendimientos sociales que destinen esfuerzos a ayudar a las personas más desfavorecidas.
Segundo, debemos tratar amablemente a los demás. Podemos sentirnos tentados a juzgar a la gente que pide dinero o vende caramelos en la calle, y yo misma adolezco de este mal.
No me gusta entregar dinero así nomás, porque sé que muchos mienten. Siempre habrá gente inescrupulosa presta a aprovecharse de la solidaridad de otros, pero no debemos permitir que eso nos insensibilice a las necesidades de los que sí se encuentran en una situación vulnerable.
Es difícil saber quién dice la verdad, así que debemos aplicar nuestro criterio de la mejor forma y ser amables con todos, pues no queremos ser responsables de herir a una persona que ya está rota, además que uno nunca sabe cuándo podría llegar a estar del otro lado.
Tercero, si tenemos conocimientos de un área específica que puede ser de ayuda para estos grupos, podemos apuntarnos como voluntarios a una organización que se dedique a dar capacitaciones para emprendedores, o podemos hacerlo de forma personal.
Es bueno sentarse a conversar con las personas, sea que se trate de nuestros amigos que inician un negocio o aún si son informales que venden cositas en la calle, es soprendente cuántas están abiertas a recibir una recomendación, sugerencia o consejo que les ayude en su negocio, a veces tan sólo con sentir que hay alguien genuinamente interesado por ellos se sienten aliviados de sus cargas, ya de por sí pesadas.
Estas tres recomendaciones son las que yo he encontrado más prácticas y sencillas de aplicar. Yo misma las he usado con buenos resultados para mí y para las personas a las que he podido aportar con un granito de arena. Puede que esta no sea la panacea para curar todos los males, pero es un aporte, y con la suma de nuestros esfuerzos podemos construir una sociedad más justa, para nosotros y para las futuras generaciones.
Por último, sólo puedo recomendar que jamás veas como un gasto inútil el dinero que pones para cubrir las necesidades de quien lo necesita.
Recuerda que estás haciendo la diferencia en la vida de alguien. Proverbios 19:17 dice: “Si ayudas al pobre, le prestas al Señor, ¡y él te lo pagará!” ¡Sin duda es una buena inversión!.
Te animo a que, si no lo has hecho antes, empieces hoy, la sociedad necesita de tu generosidad más que nunca.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
Bárbara Gallegos Álvarez
Especialista en Procesos y Calidad, auditor en Sistemas de Gestión de Calidad ISO 9001, especialista en Mejora de Procesos, Master en Dirección Logística. https://barbarag1990.art.blog/ Tw @BarbaraG1990