Ya lo hemos comentado: en principios del Siglo XIX (1800/1880), la flamante Ciudad de Linares alumbraba sus plazas y alguna de sus calles principales con «mechones» de ocote, que al menos ardían hasta por la madrugada.
Después encontramos evidencias de la renovación del alumbrado público con quinqués encendidos con aceite, ya sea de chapapote o bien de la cera que encendía los púlpitos en las iglesias.
Ya para finales del Siglo XIX y principios del XX había llegado la luz eléctrica a Linares, con unas cuantas bombillas que encendidas alumbraban al menos la Plaza Hidalgo y la Presidencia Municipal.
Estamos en 1942, el Gobierno del Municipio con don Isaac Medina Pedraza, y fue entonces en los gobiernos de Medina y principios de don Julián Candanosa, cuando las acciones de la Compañía de Alumbrado Público y Fuerza Motriz de Linares –que correspondía a la sucesión (la herencia) de don Emilio Dysterud– pasan a poder del Municipio.
Años después, en el Gobierno del presidente Adolfo López Mateos, se funda la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y desde 1960 los servicios del alumbrado público y de casas y comercios entró en la modernidad.
LOS SECRETOS DE LA SIERRA MADRE ORIENTAL
No se refieren a que haya algún tesoro escondido. Pero la historia de los terrenos que quedan frente a la señorial y metropolitana Ciudad de Monterrey son bien interesantes.
Quizá un día el Ing. Leopoldo Espinosa Benavides, Cronista de Monterrey, nos diga o escriba sobre algunas parcialidades de terreno en ese enorme territorio nuevoleonés que comprende la Sierra Madre Oriental.
Imagino que algunos empresarios de peso y de pesos deben tener alguna construcción que en tiempos de coronavirus alcanza doble valor.
Aislamiento, salud, ambiente no contaminado.
La montaña ahí está ¿quién sabrá sus secretos? ¿Acaso los herederos del General Almazán?
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