Hoy te platico de una ocasión, cuando frente a la puerta del panteón fue encontrado un cadáver, aquí en nuestra hermosa Ciudad de Saltillo.
Esto sucedió el 6 de octubre de 1874. Ese día muy por la mañana el responsable del panteón al llegar para iniciar sus labores, se percató que en el acceso del camposanto se encontraba un muerto, pero no vaya a creer estimada y estimado saltillense que éste se había salido del panteón, o que el cuerpo del difunto estaba nada más así, tirado en la vía pública. Según la investigación que realicé, el cuerpo ya sin vida se encontraba en un cajón.
Al parecer había perdido la vida en el hospital, pues su cuerpo se encontraba dentro de un cajón de los que utilizaban en el nosocomio. El responsable del panteón, quien prefirió no dar sus datos, se las ingenió para meter la caja con todo y el cuerpo en su interior al camposanto, para no dejarlo en la calle, arrumbado.
Inmediatamente después de meterlo al panteón, se dirigió al juzgado correspondiente para dar aviso a la autoridad y así poder encontrar información de quién era el difunto y con la esperanza de localizar a algún familiar.
Durante todo ese día, el 6 de octubre de 1874, nadie se acercó ni al juzgado ni al panteón, no sólo para identificar al difunto, ni siquiera para preguntar por algún conocido o familiar.
Lo que es cierto es que esa mismísima autoridad giro instrucciones, no ya para saber quién era el muertito, sino para dar con el paradero de quién o quiénes hicieron este acto tan desalmado de dejar en la puerta del panteón a un muertito. Porque definitivamente que solito no llegó.
Esta es la historia de un muerto que amaneció a las puertas del panteón y que al parecer nadie preguntó por él, ojalá y le hayan dado morada en el mismo panteón.
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