La historia de Fernando Valenzuela me gusta porque nos enseña que a veces las limitaciones sólo están en nuestra cabeza.
Como parte de un proyecto de colaboración entre universidades y empresas, esta semana tuve la oportunidad de convivir con un grupo de estudiantes de ingeniería, administración y arquitectura que están realizando prácticas en uno de los negocios donde estamos implementando una metodología. Trabajar con jóvenes es un verdadero placer, ya que su entusiasmo y ocurrencias nos mantienen actualizados, ya sea con las últimas tecnologías, las palabras de moda y hasta las nuevas formas de realizar un trabajo.
Pero algo que me llamó poderosamente la atención es la forma que cada uno de ellos veía su futuro laboral, uno dijo que prefería trabajar en un McDonal’s que ejercer su carrera; otro decía que trabajaría de lo que fuera con tal de pagar sus viajes a la playa, y el más preocupado comentó que él ya había preguntado en la empresa si había oportunidad de quedarse después de graduarse, pues su coordinador le había comentado que era muy bueno instalando los circuitos.
No pude evitar relacionar esta conversación con los jóvenes y el reciente fallecimiento de Fernando «El Toro» Valenzuela, un ícono del béisbol, quien rompió récords en su juventud y dejó una huella imborrable en el béisbol profesional. La mayoría de las reseñas, que se le hicieron en los medios de comunicación, daban fe de su esfuerzo, perseverancia y disciplina, pero sobre todo de algo muy importante: «El Toro» estaba seguro que tenía un estilo único. Sus movimientos al lanzar la pelota y su físico. Y sí, pitchers había muchos, pero ninguno como él.
Y esa es precisamente la propuesta de valor que todo estudiante, emprendedor o empresario tiene que encontrar y pulir, si es que quiere destacar en su industria o sector.
«El Toro» Valenzuela logró inspirar a toda una generación de niños y jóvenes a perseguir sus sueños en el deporte. Su historia resalta la importancia de la resiliencia, la pasión y el compromiso.
Sucede lo mismo en el mundo empresarial y laboral, porque aunque cada año se gradúen cientos de jóvenes de la misma carrera, cada uno de ellos tiene su propio diferenciador. El reto de ellos es encontrarlo y hacerlo notar; y aunque también cada año se inauguren nuevos negocios o surjan nuevos emprendimientos, cada uno de ellos tiene una propuesta de valor diferente. Si no me cree cuente cuantos puestos de tacos hay en el lugar donde vive y/o trabaja, y observe como cada uno de ellos compite por precio, calidad en el servicio y hasta en los métodos de pago.
En lo personal la historia de Valenzuela me gusta porque nos enseña que a veces las limitaciones sólo están en nuestra cabeza. Creo que igual que él, todos podemos alcanzar nuestro potencial sin importar las barreras económicas, lingüísticas, raciales o culturales.
El reto está en la capacidad de redefinir nuestras propuestas de valor, tanto a nivel personal como profesional. Debemos entrenar a nuestra mente para que cada desafío se convierta en una oportunidad de crecimiento. Desarrollemos nuestra capacidad de adaptarnos y de aprender nuevas habilidades tal como lo hizo «El Toro» en el diamante de béisbol y en la vida.
Todos los comentarios son bienvenidos a veronica@vaes.com.mx
Nos leemos, la próxima vez. Hasta entonces.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autora, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx
Verónica Valencia
VERÓNICA VALENCIA GÓMEZ es periodista especializada en Tecnologías de la Información, cuenta con una maestría en marketing digital. Es consultora de comunicación y mercadotecnia en Vaes Comunicación. Ha trabajado en periódicos como Grupo Reforma, Milenio y El Mañana de Reynosa.