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El cautiverio

He visitado, por mi trabajo, algunos de los centros penitenciarios de Coahuila y he tenido la oportunidad de acercarme a las historias de los internos. Escucharlos me ha hecho reflexionar profundamente sobre el proceso que viven y cómo, a pesar de las circunstancias, aún tienen en sus manos la posibilidad de transformar sus vidas.

En esos momentos, el libro El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl que leí tiempo atrás volvió a mi memoria. Frankl, judío sobreviviente a los campos de concentración Nazis, nos recuerda que el ser humano puede encontrar propósito incluso en los escenarios más desoladores, y que esa búsqueda es lo que nos permite soportar cualquier sufrimiento. Como dice Nietzsche, “quien tiene un por qué vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.

Con la actitud correcta, el tiempo de encierro puede convertirse en una oportunidad. Grandes figuras de la historia también estuvieron en cautiverio, pero aprovecharon ese tiempo para reinventarse. Fue en la prisión donde Francisco I. Madero concibió el Plan de San Luis que sería el detonante de la Revolución Mexicana. Nelson Mandela, quien en sus 27 años de reclusión no solo mantuvo firmes sus ideales, sino que se preparó para convertirse en el líder que unió a Sudáfrica en la reconciliación, llegando a ser presidente de la nación y a merecer el Premio Nobel de la Paz.

Fue también tras las rejas donde encontró Miguel de Cervantes la inspiración para escribir su Quijote; Oscar Wilde la iluminación para redactar sus reflexiones sobre el dolor, la redención y el sentido de la vida; y Martin Luther King Jr, el valor para publicar la Carta desde la cárcel de Birmingham, que se convirtió en la pieza fundamental del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.

Estos ejemplos no son coincidencia. Nos enseñan que, aunque el cuerpo esté limitado, la mente y el espíritu tienen la capacidad de volar, de crecer y fortalecerse si logramos encontrar un propósito. Esa es la clave que Frankl nos transmitió: quienes sobreviven, quienes logran salir adelante, son aquellos que encuentran un “por qué” para vivir.

Pero esta lección no es exclusiva para aquellos que se encuentran tras las rejas. Todos, en algún momento de nuestras vidas, enfrentamos algún tipo de prisión. No siempre es física; a veces somos prisioneros de nuestras ideas, de nuestros miedos, de patrones de pensamiento o del conformismo. Esas cadenas invisibles también pueden detenernos si no hacemos una pausa para reconocerlas.

El cautiverio, en cualquiera de sus formas, es una experiencia, un aprendizaje, una oportunidad para crecer, un momento para reinventarnos, para redescubrir lo que realmente nos mueve y nos define. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de transformar su realidad, de ser un factor de cambio para su entorno. La clave está en atrevernos a romper esas barreras internas, encontrar sentido en nuestras experiencias y actuar con el propósito de dejar una huella positiva en los demás.

El desafío es grande, pero también lo es la recompensa: una vida con sentido y un impacto que trascienda.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx

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