Tal como ha sucedido en muchos países, México se enfila a un escenario donde los centros escolares, oficinas y empresas tendrán que parar sus labores por algunos días, ello con el objetivo de reducir los contactos entre personas y de esa manera ayudar a reducir los posibles contagios del COVID 19.
Se trata de una estrategia fundamental para proteger la salud de millones de mexicanos y de esta forma salvar vidas, que sin duda es el objetivo más importante. Pero no debemos obviar que estas medidas van a tener una serie de consecuencias en las dinámicas productivas de nuestro país que afectarán los ingresos de muchas familias.
Por ejemplo, habrá muchos que ante la reducción drástica de personas en las calles verán mermados sus ingresos de forma importante, sobre todo los millones de mexicanos que trabajan desde el sector informal y que sus ingresos dependen de sus labores diarias.
Por ejemplo, pensemos en los vendedores callejeros, en los meseros de restaurantes que dependen de las propinas y por ende del flujo de comensales, de los choferes, repartidores, gestores independientes, comerciantes de productos no indispensables, entre muchos otros.
Es previsible que las ventas se desplomen en sectores no relacionados con esta crisis, por lo que los ingresos de millones de mexicanos se van a contraer y en algunos casos incluso se verán interrumpidos por completo.
Además grandes centros productivos pueden llegar a parar, afectando las finanzas de las empresas, que pueden recurrir a recortes para nivelarse. Por ende, resulta imprescindible que al igual que lo hicieron muchos países en Europa, el Gobierno Federal tenga un plan de acciones para apoyar a los sectores económicos que se verán afectados por la crisis sanitaria del COVID 19.
Porque de lo contrario se corre el riesgo de comenzar una espiral de desaceleración económica que nos lleve a una crisis o al menos a un estancamiento derivado de la contracción del flujo monetario debido a menores ingresos de las unidades productivas.
@victorsanval
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