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El virus y la política

Si una vez contenido el COVID-19 e incluso antes de tener disponible la vacuna, los líderes del mundo no adoptan medidas enérgicas y contundentes para frenar el deterioro del planeta, suspender el desarrollo de armas bacteriológicas y ordenar su destrucción, entonces habrán vuelto a actuar como políticos, sólo piensan en la siguiente elección, y no como estadistas cuyo compromiso es con la próxima generación. La máxima de Otto Von Bismarck, el “Canciller de Hierro” alemán del Siglo 19, aplica para cualquier país, caso y circunstancia.

El COVID-19 captura la atención mundial por su impacto en la vida –presente y futura– de millones de personas y sus efectos en la economía global. La recesión por la pandemia se anticipa profunda. A la humanidad le esperan tiempos todavía más difíciles. Gobiernos y sistemas sanitarios han sido rebasados y los políticos, en su ignorancia, buscan resquicios para el lucimiento. Los medios de comunicación siguen minuto a minuto la evolución del fenómeno a través de sus plataformas digitales, actualizan datos de contagios, muertes y recuperaciones e informan sobre el desarrollo de antivirales. En las redes sociales se cuentan mil historias, muchas de ellas falsas o simple basura.

Frente a las medidas de choque adoptadas en América y Europa por la emergencia –cierre total o parcial de fronteras, aislamiento obligatorio, declaratorias de estado de excepción, suspensión de servicios y de actividades sociales, públicas y productivas– la parsimonia del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) preocupa y enfurece aún más a sus detractores. La fe del Mandatario en que una fuerza divina lo protege a él y a sus gobernados de la enfermedad del coronavirus ha sido motivo de escarnio dentro y fuera de nuestras fronteras.

El analista Jesús Silva-Herzog Márquez escribió al respecto: “No me parece trivial la invocación constante a los dioses, los mandamientos y los pecados en el nuevo discurso oficial. Al hablar de santitos y divinidades protectoras, el Jefe de Estado mexicano no solamente atenta contra la laicidad sino también contra la salud. Las creencias del Presidente son irrelevantes, pero no es irrelevante que las promueva desde Palacio Nacional” (Reforma, El Charlatán de las Estampitas, 23.03.20).

Sobre la conveniencia de mantener la gradualidad de las medidas aplicadas en México para afrontar la pandemia o extremarlas –el 30 de marzo se decretó emergencia sanitaria hasta el 30 de abril– Sergio Sarmiento, otro de los críticos de AMLO más pertinaces, coincide “con la posición formal del Presidente de que los epidemiólogos deben definir las estrategias, aunque estoy en desacuerdo con los desplantes que pretenden que López Obrador tiene una ‘fuerza moral’ que lo exenta de contagios o que los amuletos religiosos protegen de infecciones. (…) La pandemia ha tardado en entrar a México, pero lo hará ineludiblemente. Hay que enfrentarla con inteligencia. Decretar un aislamiento autoritario puede tener un impacto mayúsculo en la economía y al final ser más costoso que la pandemia. La experiencia sudcoreana sugiere en cambio hacer pruebas, pruebas, pruebas”, (Zócalo Saltillo, Test, test, test, 23.03.20).

Basado en “fuentes directas”, el columnista Salvador García Soto publicó que en la reunión del Gabinete legal y ampliado del 19 de marzo el Presidente fue informado de que la plaga del coronavirus podría cobrarse entre 400 y dos mil vidas (El Universal, 23.03.20). Mientras, AMLO y muchos mexicanos blanden la cédula del Sagrado Corazón: “Detente enemigo que el Corazón de Jesús está conmigo”. México es un pueblo de fe, pero tampoco debe poner a prueba la paciencia de Dios.

Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.

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