Es probable que Estados Unidos no esté aún en recesión, pero se aproxima a ella. Si la economía sigue con la misma tendencia, la recesión iniciaría en septiembre u octubre y podría alargarse hasta abril o mayo del 2023.
De acuerdo a la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), la recesión es una disminución significativa en la actividad económica, que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses. Esta definición tiene tres criterios: 1) profundidad, 2) difusión y 3) duración. La recesión implica, caídas en el ingreso de las personas, el empleo, la producción industrial, las ventas minoristas y mayoristas.
En el segundo trimestre del 2022, el PIB de Estados Unidos se contrajo 0.9% trimestral anualizado. Con esto se suman dos trimestres consecutivos con caídas, algo comúnmente conocido como recesión técnica. Aunque dos trimestres consecutivos no son la definición oficial de recesión, incrementan su probabilidad de ocurrencia. De hecho, de 1947 a la fecha en Estados Unidos han ocurrido 12 recesiones, de las cuales solo en 2 ocasiones el PIB no ha caído durante dos trimestres consecutivos. Por otro lado, solo en 1 ocasión el PIB se contrajo durante dos trimestres al hilo y no se consideró recesión. Esto ocurrió en el segundo y tercer trimestre de 1947.
De 1947 a la fecha, la recesión más extensa ha sido de diciembre 2007 a junio 2009. Por el contrario, la recesión más breve fue la de 2020, con sólo 2 meses, pero con una contracción del PIB de 8.9%, siendo la mayor desde que inicia la serie en 1947.
Los rumores de recesión iniciaron tras publicarse el PIB del primer trimestre del año, al mostrar de manera sorpresiva una contracción trimestral 0.4%, principalmente por un déficit en cuenta corriente, ante el fortalecimiento del dólar. En el segundo trimestre, la contracción del PIB se explica por la caída trimestral anualizada de la inversión fija bruta de 13.5%, explicada principalmente por la contracción de la inversión residencial (14.0% trimestral anualizada) y de estructuras (11.8% trimestral anualizada), lo que se da a la par de deterioro en otros indicadores económicos.
Entre los indicadores que menciona el NBER en su definición de recesión, todos muestran caídas moderadas, a excepción de la creación del empleo, que se ha desacelerado, pero históricamente ha habido recesiones que inician con creación de empleo.
Ante esto, es probable que Estados Unidos no esté aún en recesión, pero se aproxima a ella pues la alta inflación y las alzas en tasa de interés seguirán mermando el poder adquisitivo de la población, mientras que las empresas enfrentan alzas en los costos laborales, logísticos y financieros, que pueden desincentivar la creación de empleo. Todo esto en un ambiente marcado por la incertidumbre por la guerra y la pandemia. Es muy probable, que la administración de Joe Biden siga diciendo que Estados Unidos no caerá en recesión, pues en noviembre se llevan a cabo elecciones intermedias. De hecho, existe el riesgo que quieran dar estímulos fiscales a la población, con tal de subir el ánimo. Esto iría en contra del esfuerzo de la Reserva Federal para combatir la alta inflación.
A la fecha, los indicadores económicos no cumplen con los criterios de recesión en cuanto a duración y profundidad, a la vez que el de difusión es también cuestionable. Sin embargo, si la economía de Estados Unidos sigue con la misma tendencia, la recesión iniciaría en septiembre u octubre y podría alargarse hasta abril o mayo del 2023, debido a la política monetaria restrictiva y a la imposibilidad de aplicar política fiscal contracíclica. Dada la naturaleza por la que surgiría la recesión, de materializarse es posible también que el PIB tome la forma de “W” que implicaría caer en un double dip, implicando que el PIB puede caer, empezar a recuperarse y volver a caer, tal como sucedió en la década de 1980 cuando la Reserva Federal siguió subiendo la tasa de interés, a pesar de la recesión, subió para frenar la alta inflación.
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