Después de dar una vuelta al Cañón de Santa Rosa, visitar con el recuerdo histórico a Iturbide y Galeana, regresamos a Linares, para comentar la historia de las bancas de la Parroquia, que hoy es la Iglesia de Santa Catedral.
Es marzo de 1841 y apenas se bendecía en su inauguración el bendito lugar de la Santa Misa.[El Altar].y leamos lo que el alcalde don Juan Torrea, nos dice:»No teniendo el Ayuntamiento una banca en la Iglesia para tomar asiento, determiné que la mandaran hacer con la decencia debida, cuyo costo, según ha manifestado el carpintero, no bajará de TREINTA PESOS.
«Y debiéndose expresar este gasto del fondo municipal, pido a Vuestra Señoría, se sirva solicitar del Señor Gobernador, su superior autorización».
Ese es el motivo de que durante muchos años las bancas de la Parroquia (hoy Iglesia Catedral) tenían dueño en familias que pagaban su costo, y consecuentemente eran privativas para ellas su uso.
NO QUE HUBIERA DIVISIÓN DE CLASES SOCIALES, sino que las bancas de la hoy Iglesia Catedral tenían uso exclusivo para sus dueños.
¡¡¡Qué cosas!!!
LINARES Y EL SUR DE NUEVO LEÓN
Durante el siglo de oro de la economía linarense, el Siglo XIX, la relación comercial entre el sur de Nuevo León y la propia ciudad de LINARES era intensa.
No existía la carretera central y los caminos eran de rueda y pezuña (las recuas de mulas), y los números que registra la economía era muy cuantiosa.
En 1839, el cura Juan José García del Valle envía al mineral de Real de Catorce (San Luis Potosí) más de tres mil cabezas de ganado menor.
Igual ocurre en 1852, cuando la ganadería de don Guillermo Morales envía a los fundos mineros de Zacatecas una cantidad más de dos mil cabezas de cabras y ovejas a San Luis Potosí.
Y nada extraños son los envíos de cientos de cabezas de ganado menor a los centros mineros de Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí, amén del intenso comercio de asnos, mulas y caballos que con abundancia se dan en las haciendas linarenses.
Igual ocurre con los cargamentos de sal y pescado seco que del Golfo pasan por la flamante ciudad con rumbo al Altiplano.
Linares abunda en comercio de pieles, cera y cerda, que se venden en el Saltillo, amén de cobijas o sarapes, que en los muchos telares que tiene la ciudad, se maquilan para llevarse después al Altiplano.
Todo ello se acabó poco a poco, una vez que se construye la carretera central que va de Saltillo al Altiplano, a la ciudad de México.
El turismo a partir de 1960 decrece, ya no había ganados y los caballos y mulas ya no fueron negocio.
La economía central de la República cambió de rumbo, ya no a la frontera y sí al centro del País.