Las masacres de niños son la cosa más cruel e inhumana que nos ha traído la narcoguerra en México.
Lo más triste es que estas atrocidades las perpetran adolescentes y jóvenes sicarios que han sido secuestrados y forzados al sicariato o enganchados a través de las drogas sintéticas más adictivas.
La Sierra Madre Occidental lleva décadas bajo control del crimen organizado a pesar de todas las operaciones militares antinarcóticos, los miles de dólares invertidos en erradicación y la asesoría de la DEA (en realidad no es sólo a pesar sino a causa de ello).
Cuando les preguntan a los sicarios por qué matan niños, algunos dicen que es por compasión, pues si van a matar a los padres es mejor que se mueran los hijos también.
Otros dicen que es porque son testigos de cómo matan a los padres y entonces deben silenciarlos.
Unos más dicen que es por venganza, para hacer sentir el poder de la organización.
Un crimen con la saña espantosa como el que se ejecutó contra la familia LeBaron pudo haber sido confusión, sin embargo, los sicarios usaron tácticas de exterminio, como quemar las camionetas y los cuerpos.
Esto frecuentemente es indicativo de intencionalidad.
Además, en la Sierra Madre todos se conocen y saben quién es quien.
Adela Cedillo
Doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Wisconsin-Madison Es licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado artículos en revistas indexadas y de divulgación y capítulos en obras colectivas sobre la guerra sucia mexicana, las organizaciones armadas revolucionarias, los derechos humanos y la guerra contra las drogas.
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