En el verano de 1978 hice uno de mis primeros viajes en solitario de Tamuín, SLP, a Jiménez, Chihuahua, para pasar las vacaciones con mi familia, una travesía de al menos 20 horas y en la que tenía que hacer varios transbordos, el primero en Ciudad Valles, el segundo en Monterrey.
En esa época mi abuelita Nachita criaba algunos patos y en esa ocasión me regaló dos, los cuales puse en una pequeña caja de cartón para llevarlos en el autobús, ¡pero a qué patos tan escandalosos! En el trayecto de aproximadamente 40 minutos de Tamuín a Cd. Valles no dejaron de graznar, por lo que pensé que en un trayecto más largo iban a molestar a los pasajeros y podrían decirme que los sacara del autobús.
Al llegar a Cd. Valles pedí en la terminal me guardaran mi maleta, y con la caja de los patos en mano me dirigí a la plaza principal, bajé al río dispuesto a dejar en libertad a los patitos, los saqué de la caja y los puse en la rivera, pero los patos no se iban. Por más intentos que hice las pequeñas aves palmípedas no se alejaban de mí, me dio un poco de sentimiento por el intento de abandono de los indefensos animalitos, así que los tomé y los introduje nuevamente en la cajita y me regresé con ellos a la terminal de autobuses.
Más tarde abordé el autobús con destino a Monterrey, y quizá presintiendo un final no deseado, de ahí en adelante los patos no hicieron el mínimo ruido.
Todos los tiempos han sido peligrosos, pero lo han sido más para los menores, y yo sólo contaba con 14 años, y donde yo sentía que corría más peligro era la terminal de autobuses de Monterrey, donde por la madrugada pasaba largas horas esperando que un autobús saliera para la Ciudad de Chihuahua. Me esforzaba para no pegar los ojos aunque a veces el sueño me vencía y al poco rato me despertaba sobresaltado, pues pensaba que alguien podría robarme las pocas pertenencias que protegía celosamente entre mis piernas, o el limitado recurso económico que llevaba.
Los tiempos fueron cambiando poco a poco, y en algunos lugares más abruptamente para mal, por desgracia, los delincuentes han secuestrado a muchos menores de edad para en el menor de los casos extorsionar a sus padres, y en el peor de los casos asesinarlos como ajustes de cuentas o formarlos como criminales y unirlos a sus filas.
Nos leemos la próxima.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
Juan Carlos Guzmán
Nacido en Mapimí, Durango, se desempeña en áreas administrativas privadas y públicas. Sus pasiones: La familia, viajar, caminar en el campo y correr.
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