La semana pasada Coahuila atrajo los reflectores nacionales hacia su geografía. El Presidente de la República visitó La Laguna para pedir perdón a la comunidad china por los hechos lamentables sucedidos en mayo de 1911 en los que, en un acto de barbarie y xenofobia, las tropas revolucionarias destacadas en Torreón dieron muerte a más de 300 inmigrantes de China. Días después, el Congreso del Estado realizó una sesión solemne in situ con el mismo objetivo.
Sin duda fueron eventos emotivos, de una significancia trascendental y de un simbolismo relevante. La masacre es a todas luces condenable. Aún conociendo la historia y el contexto, la matanza de civiles por cuestiones raciales es injustificable y nos transporta a épocas prehistóricas.
Los acontecimientos de 1911 solo fueron, desgraciadamente, el inicio de una cruzada anti-china que con los años subió de tono y escaló de magnitud. Si bien no se registra otro sacrificio colectivo de esas dimensiones, sí se reflejó en la persecución y el linchamiento constante por parte de la sociedad y gobierno, traduciéndose en la salida del país de miles de mexicanos de ascendencia china.
Pero eso ya pasó. Pasado es y en el pasado está. Presentadas y aceptadas las disculpas ahora nos toca mirar hacia adelante, al futuro. Hace no muchos años hablar de China era equivalente a hablar de corrupción, de violación de derechos laborales y de pobreza. Hablar de productos chinos era sinónimo de hablar de piratería, mala calidad y dumping.
Sin embargo, en algún momento cambiaron su rumbo. Se dieron cuenta que su ideología estaba siendo mal entendida y peor aplicada. Descubrieron que para repartir la riqueza primero hay que crearla y para eso no dudaron en cambiar sus paradigmas y sus leyes, haciéndolas más flexibles y benéficas para la inversión extranjera y para el comercio de bienes y servicios.
El comercio de México con China se ha incrementado, pero más de tres cuartas partes del monto total equivale a importaciones hacia México. La meta no sólo debiera ser equilibrar la balanza comercial entre ambos países, sino generar una asociación estratégica integral que fomente la inversión extranjera de capitales chinos en México. En años anteriores ya se destrabó la importación de productos mexicanos clave, tales como la carne de cerdo, las berries, el aguacate y el tequila.
China es la segunda economía del mundo y con la tendencia que lleva pronto será la primera. Es un mercado potencial hacia el cual nuestras exportaciones deberían estar apuntando, nuestra diplomacia negociando y nuestras campañas de atracción turística dirigiéndose.
Queda muy claro que más que una opción, ampliar nuestros parámetros de acuerdo y negociación con China, es una obligación. Como al conducir un vehículo, al retrovisor solo hay que echarle una mirada de vez en cuando. Si la fijamos ahí, lo más seguro es que nos estrellemos. Cerrados los ciclos del pasado, miremos hacia adelante, miremos hacia el futuro, miremos hacia el oriente.
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