AMLO pide a sus subordinados una lealtad que raya en la ignominia.
No voy a entrar en el debate que se está dando en el sentido de que algunos bienes y dinero recuperados por ese instituto para devolver al pueblo lo robado fueron malversados, no tengo los datos como para saber qué tanto hay de cierto en ello, aunque no tengo dudas acerca de lo dicho por Jaime Cárdenas en su renuncia.
Por ejemplo, cuando habla de “conciliar” los 2 mil millones de pesos que entregó el fiscal Gertz Manero al presidente, seguramente se refiere a cómo darle entrada para darle salida, sobre todo porque, si es dinero de Infonavit, no puede simplemente utilizarlos el gobierno federal.
Pero entrando en materia, me parece que si bien siempre se ha dicho que AMLO pide una lealtad incondicional, que se haga lo que él quiera y de la forma en que él lo quiera, sin siquiera tener derecho a opinar acerca de lo que, no digamos se piensa, sino lo que la ley diga, la forma en que trató a Jaime Cárdenas luego de su renuncia, lo pinta de cuerpo entero.
Cárdenas se la jugó siempre con Obrador, incluso considero que de más siendo consejero del IFE, pero ahora, como abogado que es, no quiso cargar con errores que no eran de él y denunció que hubo malos manejos en el Instituto lo que seguramente no le gustó a su jefe y líder.
Ante la situación Cárdenas no tuvo más que presentar su renuncia, la cual quizá no se hubiera conocido de no haber mediado los comentarios sarcásticos de AMLO sobre el exdirector del Indep.
Más aún, Cárdenas aseguró que él siempre fue leal y que lo seguía siendo, pero que su lealtad no era ciega, comentario que refleja lo que se le estaba pidiendo y que no quiso hacer.
Si en verdad el dinero fue una de las causas, podemos pensar que el presidente quiso obligar a su subordinado a entregar los 2 mil millones de pesos para cubrir los premios de la rifa del avión presidencial, aún sabiendo que ese dinero no puede ser utilizado de esa manera, lo cual implicaba un delito con repercusiones legales que Cárdenas tendría que afrontar, no así el presidente.
En pocas palabras, el presidente espera de sus subordinados una lealtad rayana en la ignominia, pide a sus colaboradores que delincan por él y que arrostren las consecuencias legales que de ello se deriven sin chistar siquiera.
Si las cosas son así, esa sería la razón por la que nunca se podría comprobar que AMLO haya incurrido en un delito, simplemente porque mandaría a otros a delinquir en su nombre.
Es una ley de la omertá como la que rompió Lozoya hace poco. Se trata de que nadie diga nada acerca de lo que su jefe les pide hacer, esté o no dentro de la legalidad, así el caso del señor de las ligas, de la propia Claudia Sheinbaum y su exesposo, de Yeidcol y de tanto y tantos más que han tenido que dar la cara para que su jefe tenga la cara limpia.
Ese es el problema, me parece, que poco a poco irá desgastando a la 4T porque los dejará sin caras visibles, hace años que Ebrard dejó pasar su oportunidad de ser candidato a la presidencia por plegarse a Andrés Manuel y hoy creo que paga las consecuencias teniendo que hacer cuanto encargo turbio le encomiende su jefe.
No pasará mucho en que eso le cobre factura, no sería raro que lo dicho por Porfirio Muñoz Ledo, en lo que respecta a la supuesta corrupción de Marcelo, venga con un mensaje de Ya Saben Quién, solo para recordarle quién manda aquí.
Poco a poco, quienes realicen actos cercanos a la ilegalidad o francamente ilegales solo por ser “leales a AMLO, lo irán pagando, quizá ante la ley, pero primero ante su jefe, quien los desechará como material dañado.
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Juan Palacios
JUAN PALACIOS es educador de profesión, periodista por vocación. Editorialista en La Moneda, ABC, El Porvenir y Radio Alegría, en Monterrey.