Tres Golfos en una misma región son demasiados. Tenemos más que suficiente con los golfos que gobiernan a Estados Unidos, México y Cuba.
Siguiendo la lógica del señor Trump, después de cambiar de nombre al Golfo de México por el de Golfo de América, ¿el próximo paso será cambiar el nombre de Nuevo México a Nueva América?
Desde el lado mexicano de la frontera, hasta ahora habíamos vivido sin mayor problema con las dobles denominaciones de accidentes geográficos: Río Bravo para nosotros, Río Grande para ellos.
O, por poner otro ejemplo, Golfo de Cortés para nosotros y Mar de California para ellos.
Para complicar más el asunto, ¿no tendrían los cubanos el derecho a reclamar su “Golfo de Cuba”?
Tres Golfos en una misma región son demasiados. Tenemos más que suficiente con los golfos que gobiernan a Estados Unidos, México y Cuba.
Mientras Trump se deleita con el flamante Golfo de América y en México el gobierno morenista se envuelve en el nacionalismo más rancio, lo que no cambia en ese inmenso mar que acoge a varias naciones es lo esencial.
Cada uno de los países costeros mide su derecho a la explotación de los recursos del subsuelo, de pesca y navegación en la zona marina, según las siguientes normas internacionales:
Zona del Mar territorial: 12 millas náuticas (22.2 km) en donde el Estado ejerce plena soberanía de manera similar a las aguas interiores.
Zona Contigua: 12 millas náuticas adicionales al Mar Territorial, en donde el Estado ejerce actividades de fiscalización aduanera, inmigración y sanitaria, hasta completar 24 millas náuticas (43.2 km).
Zona Económica Exclusiva: 200 millas náuticas (360 km), medidas a partir de las líneas de base establecidas en la costa, para la exploración y explotación de los recursos vivos y no vivos en las aguas, el lecho y el subsuelo marino, el establecimiento de islas o instalaciones artificiales y la investigación científica.
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (proclamada en 1982 y puesta en vigor desde 1994), en cuya negociación participaron intensamente los diplomáticos mexicanos de la vieja escuela (Jorge Castañeda padre, por ejemplo) estableció esas zonas soberanas para los estados costeros.
Esa “Constitución del Mar” de la ONU recogió las anteriores declaraciones de soberanía sobre el mar emitidas por países latinoamericanos pesqueros, como Chile y Ecuador, y de otras naciones que habían establecido en 3 o 12 millas su soberanía sobre los mares adyacentes.
Imaginen ustedes el tamaño de la batalla diplomática que México y muchos países en desarrollo, especialmente aquellos para los que la pesca es una gran fuente de recursos, tuvieron que librar para que las potencias pesqueras no abusaran de la sobreexplotación de las pesquerías.
Bueno, lo establecido en la Convención del Mar no cambia ni un milímetro si la zona en cuestión se llama Golfo de México, de América o de Cuba., pues los derechos soberanos y de explotación de recursos quedan intactos.
Lo que, en todo caso, debería preocupar a los mexicanos, especialmente al gobierno nacional morenista afecto a las “transformaciones”, es la legendaria falta de vocación y el desinterés por impulsar a México al nivel de potencia marina, en cuanto a la explotación sustentable de las pesquerías, como al petróleo de las aguas profundas del Golfo de México.
Los aproximadamente 10 mil kilómetros de litorales mexicanos, en sus vertientes de los océanos Atlántico y Pacífico siguen subexplotados por los mexicanos (pero sobreexplotados por la pesca foránea), pobremente vigilados y desaprovechado el potencial petrolero fuera de lo que es la región de la Sonda de Campeche, las cuales son aguas menos profundas en el Golfo de México.
Además de bailar La Bamba en Veracruz, comer mariscos en las playas de Mazatlán o tostarnos al sol –cerveza en mano- en la Riviera Maya, no tenemos vocación marina ni la concepción de México como país con litorales privilegiados.
Respecto al Golfo de América o de México o de Cuba, las enormes reservas petroleras de la zona de “la dona” en el centro del Golfo, en donde colindan las zonas de los mares territoriales de los tres países y hay espacio libre a la explotación petrolera, son aprovechadas por quien tiene los recursos y la tecnología: Estados Unidos y las empresas petroleras.
Los mexicanos, muy campantes, nos quedamos con el pozo Cantarell (descubierto en 1971 por el pescador Rudesindo Cantarell) y las aguas someras de Campeche como si fuera a durar toda la vida. El pozo de la abundancia ya está en agonía. No hay relevo a la vista y Pemex es una empresa quebrada.
No gastemos la pólvora en infiernitos con el señor Trump sobre el nombre de un mar que los mexicanos tenemos olvidado.
Imaginemos mejor a México como potencia marina, ese es el gran desafío del siglo 21.
ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx