Los informes de los alcaldes Manolo Jiménez (Saltillo, PRI) y Jorge Zermeño (Torreón, PAN) permitieron contrastar dos estilos: uno marcado por la ascendencia y el ímpetu de quien desea comerse el mundo de un bocado, y otro forjado en la lucha por la democracia y medio siglo en la arena política. La asistencia de uno a la ceremonia del otro podría significar el inicio de una relación entre ciudades antagónicas cuya población conjunta equivale a la mitad de todo el estado. Y acaso también ser el vislumbre de una alianza para detener el avance del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), cuyo líder es el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, primero es necesario que el PRI actúe en Torreón como lo hace en Saltillo, donde las oposiciones han antepuesto el interés del municipio a los colores partidistas, según ponderó Jiménez en su discurso. La administración de Zermeño está sometida a una campaña de golpes bajos y denuncias que pretende lograr lo que el PRI y Morena no pudieron en las urnas: debilitarlo y restarle autoridad y respaldo social. En su mensaje ante el secretario de Gobierno, José María Fraustro, el Alcalde encaró a los regidores de esos partidos:
«Hemos privilegiado el diálogo respetuoso por encima de la confrontación estéril; trabajar en equipo significa aportar, sumar esfuerzos para un fin común que es Torreón. Sé que hay algunos a los que les molesta el buen trabajo y el progreso de la ciudad, que le apuestan al fracaso. Nosotros respondemos con trabajo y con hechos, no con dichos. (…) La ciudadanía tiene memoria y no se deja engañar». Sin triunfalismos ni protagonismo y en un escenario sobrio que compartió con el Cabildo, Zermeño tendió la mano a quienes calificó de adversarios gratuitos: «Los invito a que se sumen al trabajo constructivo como lo hacen la mayoría de los ciudadanos de Torreón».
Desde su lugar, el excandidato del PRI a la Alcaldía y ahora regidor José Antonio Gutiérrez Jardón -secretario de Desarrollo Económico en el gobierno de Rubén Moreira-, con la flema característica reflejada en el rostro, se limitó a esbozar una sonrisa y a cuchichear con Isis Cepeda. Un hermano de la regidora -hijos de Mario Cepeda, cacique del PRI- perdió la elección para diputado hace dos años. Zermeño pesa demasiado aun dentro del mismo PAN. La campaña en su contra, reforzada en redes sociales y en algunos medios de comunicación, podría favorecer a cuadros de su propio partido e incluso ser alentada por ellos.
Desde su asiento de primera fila, ubicado en mejor lugar que el asignado a su homólogo lagunero en el Museo del Desierto, el alcalde de Saltillo miraba junto con Fraustro el video sobre la obra realizada en Torreón y tomaba nota. Las menciones al gobernador Miguel Riquelme no se respondieron con rechiflas como en el pasado. Su ausencia no es buena señal.
La reflexión de un amigo en el sentido de que «Saltillo no es Coahuila», pues fuera de la capital «los políticos se pierden», la comprobé en el Teatro Nazas el 18 de diciembre. La presencia de Manolo Jiménez pasó casi inadvertida. No así la de Zermeño en Saltillo una semana atrás, justamente por ser una de las figuras con mayor reconocimiento político y social. El saltillense deberá hacer mucho trabajo para relacionarse y avanzar su agenda política en La Laguna, hoy dominada por el PAN y Morena.