Según el rol de asistencia del Banco, hoy me corresponde trabajar remotamente. Gracias a esto y a que pude ahorrarme los 232 kilómetros que separan a mi casa de la oficina, aproveché para darme el lujo de desconectar temprano la VPN que me mantiene conectado a la intranet global del corporativo, adelantar mis reuniones y pasar un tiempo de calidad con mi hija de 10 años.
En la rutina diaria, mi esposa es quien ayuda a María Eugenia con los deberes que las maestras envían por la plataforma los días que no va a la escuela y de manera muy ingeniosa ha programado sesiones virtuales con las otras mamás del grupo para que todos los niños hagan la tarea juntos, apoyados por una asesora externa.
Al dar el último enter del día, pedí a mi hija mayor que se desconectara de la sesión y dedicara un tiempo a su padre. Responsable como es, me dijo que no podía y me enseñó su tableta escolar para mostrarme todas las tareas que le había enviado su maestra de mandarín desde Hangzhou y el ensayo acerca de la contaminación del agua que le pedía su maestro de Ciencias Naturales. Me sorprendí cuando descubrí que esos son los contenidos que estudian hoy en día los niños de 3ero de primaria. ¿Dónde quedó el aprenderse las capitales de los estados de México y USA? ¿Qué hay de la gelatina en forma de célula que hice con mi madre? ¿y el reported speech y el past perfect con el que nos asediaba la maestra de Inglés?
Muy fiel a mi estilo, comencé a platicarle a mi hija cómo era la escuela primaria de principios de los años 2000, el cómo en mis primeros años llegué a utilizar proyectores de acetatos y pizarrones de gis, para después pasar a las aulas inteligentes con pantallas táctiles y conectividad a internet. Debo confesar que esto fue lo que más sorprendió a Maru, al saber que su padre practicaba las sumas y restas en una piedra, utilizando otra piedra.
En nuestra plática, le pregunté por su materia favorita, ella me dijo que le gusta mucho la programación y que cuando sea grande quiere inventar un software que elimine la tristeza de las personas a través de pequeños shocks neuronales. En cambio, a su edad lo que a mí más me apasionaba era estudiar la historia de los Estados Unidos, las 13 colonias y el motín del té en la bahía de Boston.
Mientras la escuchaba, reflexioné el por qué en los planes educativos de mi niñez estudiábamos Historia Americana, Computación, Inglés y Civismo, los nombres de las monedas de Estados Unidos y qué personajes históricos aparecían en ellas. Por un momento, recordé el viejo logotipo de solidaridad que encontraba en las carreteras mexicanas, mismo que fue demolido y proscrito muchos años después.
Me di cuenta de que mi generación fue la generación educada con las esperanzas que el NAFTA generaba a pocos años de su puesta en marcha. Las familias que tenían los medios económicos buscaban que el colegio donde estudiaran sus hijos fuera al menos bilingüe y tuviera modernos equipos de cómputo, ya que se creía que estas serían las herramientas del futuro que nos abrirían las puertas del mercado laboral cuando creciéramos, independientemente de la profesión que escogiéramos.
Y no estaban equivocados, yo mismo estudié la Licenciatura en Derecho durante 5 años, y al finalizar la universidad, quienes consiguieron los empleos mejor pagados no fueron quienes se memorizaron el código de comercio, sino quienes sabían utilizar mejor la paquetería del entonces popular Microsoft Office, habían obtenido más de 700 puntos en su examen TOEFL y hablaban un tercer idioma.
En nuestra juventud nos esforzamos por viajar y comprender la cultura global, por tener aplicaciones en nuestros teléfonos que nos ayudaran a estudiar idiomas y veíamos tutoriales en YouTube para dominar mejor Microsoft Excel. ¿Qué pasó? ¿En qué momento cambió el panorama?
Sin duda la ola nacionalista que se vivió a finales de los años 10 reinstaló las barreras al comercio global que el neoliberalismo se había propuesto eliminar desde los años 80 del Siglo XX. En menos de un lustro, hombres y mujeres como Merkel, Xi, Abe, Le Pen, Trump, Bolsonaro, May y López Obrador se encargaron de desmantelar el modelo libertario para reinstalar el modelo de sustitución de importaciones de la post guerra, y en 2020 la gran pandemia global del Covid-19 dio el tiro de gracia al libre comercio, posicionando un nuevo orden económico y político que redefiniría la forma en que hoy, en 2040, vemos al mundo.
Si en México mi generación en vez de distinguirse por Millenials o Centennials puede denominarse “GenNafta”, mis hijos sin duda pertenecen a la “GenCovid” o “Pandemials”, esa generación que nos hizo alcanzar los 9 mil millones de habitantes en este planeta, y que podemos decir nació y vivió en un mundo completamente diferente, donde sí brilla el sol y crecen los árboles, pero lo hacen con temor de provocar una nueva enfermedad que paralice nuestro frágil modo de vida.
Tratando de recordar aquellos tiempos, le pregunté a mi hija por cómo estudiaban el que en nuestro tiempo nombramos “Día de la Victoria”, el día que las primeras dosis de vacunas salieron de la fábrica y cómo poco después terminó el gran confinamiento.
Maru, pregunté, ¿Cuál fue la vacuna para el coronavirus? Antes de que la pequeña pudiera responderme, escuché una voz familiar proveniente de la televisión. Era el Presidente de la República presumiendo en su conferencia mañanera que vamos “requetebién” y que le había pedido al virus que se fuera de México inmediatamente.
Molesto y decepcionado, decidí levantarme y ponerme el cubrebocas… un día más en la pandemia del siglo acababa de comenzar.
Este texto es responsabilidad total, única y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
José María Hernández Prado
Nació en Saltillo, Coahuila en 1995. Es Licenciado en Derecho y Maestrando en Administración por la Universidad Autónoma del Noreste. Cuenta con un Diplomado en Liderazgo Ético por la Universidad de Texas, y está certificado como Asesor en Estrategias de Inversión por la AMIB. Galardonado con el Premio de Vinculación Universidad Empresa en su edición 2018.
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