Mi madre decía que desde muy pequeño me preguntaba qué quería ser de grande y yo contestaba que “Secretario”.
Ya cuando estaba en la secundaria mi padre quería que al concluirla ingresara a la Escuela Naval Militar de Veracruz, pero yo, inspirado en Mario Rendón, quería ser maestro.
Mario fue Secretario de la Cuadrilla de ferrocarrileros, y en sus ratos libres nos daba clases a los hijos de los trabajadores. Además de compañero de trabajo fue gran amigo de mi papá.
Al concluir la secundaria mi familia ya radicaba en la hermosa ciudad de Sabinas, Coahuila, de amplias calles, un hermoso río y prosperaba en toda la extensión de la palabra. El dinero circulaba de forma abundante en el centro de la Región Carbonífera y esa pequeña ciudad contaba con 11 sucursales de diferentes bancos, pero tenía un serio problema: Sólo tenía una preparatoria y una universidad privada.
Después de tres años separado del núcleo familiar ya no me quise ir y le pedí a mi padre que me siguiera apoyando aunque fuera con una carrera corta. Me inscribió en la Escuela Comercial Benito Juárez.
Tenía un fuerte compromiso moral con mi familia, por lo que me propuse ser el mejor estudiante y después trabajar duro para apoyarla. Yo pensaba y lo sigo haciendo, en el esfuerzo que había hecho mi padre para enviarme dinero por tres años de forma ininterrumpida, y que al hacerlo había privado de cosas elementales a mis cinco hermanos.
¿Yo era “el favorito” de mi padre?
Quizá sí, quizá no, pero considero que era el más cercano y que siempre lo ayudaba en las tareas extras que realizaba al salir de su trabajo, desde hacer una estufa de leña o un calentón, o bien trabajos de carpintería, plomería, electricidad y hasta sostener las patas de un chivo o un marrano para hacerlo barbacoa o carnitas, y así tener ingresos adicionales los fines de semana.
En enero de 1982, medio año antes de concluir la Academia, el Director nos hizo un anuncio: “Banamex tiene una plaza disponible y si están interesados vayan a presentar examen”. Fuimos varios y a mí me eligieron. El 19 de enero de 1982 y con menos de 18 años de edad obtuve mi primer trabajo formal en esa gran institución, el Director de la escuela, Arturo de la Peña, me dio todas las facilidades y sólo me presenté a la graduación, con un traje que adquirí con el fruto de mi trabajo.
En Banamex se consolidó en mí la vocación por la administración, y en sólo dos años logré ser contralor, tiempo récord en esa época, ya que para ocupar un puesto de esa naturaleza se requería una experiencia de 15 años por lo menos.
Siempre he pensado que para ocupar puestos importantes, ya sea en la Iniciativa Privada o en la Administración Pública, se requiere de al menos tres cosas: Buenas relaciones, ética profesional y preparación académica.
Al día de hoy he concluido, además de la Academia, la carrera de Contador Público, dos maestrías y una especialidad. A veces creo que ya es suficiente, pero la competencia es grande y hay que seguir preparándose.
Siempre viviré agradecido con mis hermanos, mi padre y mi madre –que en paz descansen– y todos los días hago el mejor de mis esfuerzos porque se sientan orgullosos de mí.
Este texto es responsabilidad única, total y exclusiva de su autor, y es ajeno a la visión, convicción y opinión de PorsiAcasoMx.
Juan Carlos Guzmán
Nacido en Mapimí, Durango, se desempeña en áreas administrativas privadas y públicas. Sus pasiones: La familia, viajar, caminar en el campo y correr.
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