La democracia del país que todavía se dice el más poderoso del mundo, la del imperio, está entrampada, tan hecha bolas que por lo pronto el resultado de los comicios del martes 3 se ve lejano.
El tiempo pasa y no la pueden brincar, las horas se van y lo que se vislumbra es, conflicto, colisión, que si Joe Biden, que si Trump, ambos codo con codo en los resultados electorales y Trump se declara ganador, me recuerda a Felipe Calderón en la elección presidencial de 2006, entrando por la puerta de atrás, con su, “haiga sido como haiga sido”.
En estas elecciones de la Unión Americana ha habido de todo, han sido muchas horas de suspenso y de incertidumbre, pero lo que más llamó la atención fue que Donald Trump hacia la medianoche del martes 3 dijo, “yo gané las elecciones pero me quieren hacer fraude, detengan el conteo”.
Se le ha insistido a Trump que su exigencia de detener el conteo es legalmente imposible, pero lo sigue demandando; la maquinaria de abogados trompista se echó a andar para judicializar la elección y pide recuento de votos en Wisconsin en donde la ventaja de Biden es de apenas 6 décimas porcentuales; además presentaron demandas en Michigan y Pensilvania para detener el escrutinio porque, según los republicanos, sus observadores no han tenido el acceso a dónde se realiza el conteo de sufragios.
Algo digno de mencionarse como prioritario es que no se ha presentado la violencia como amenazaron los grupos de ultraderecha, no obstante, se han organizado manifestaciones bajo el eslogan: “Cada voto cuenta”, cuyo propósito es que se realice escrutinio a todos los votos enviados por correo, aun los que llegaron después del día 3 cuyo retraso se debió a problemas del funcionamiento postal y no de la emisión ciudadana del sufragio a tiempo.
Trump ha mostrado ser un presidente anómalo, furibundo, impredecible, misógino, racista, de índole autoritaria e impositiva, lacras que fueron detectadas por el electorado que ahora corrige y opta por un hombre ecuánime, defensor de los derechos de género, de la igualdad, no racista, mesurado y de carácter democrático.
Numerosos analistas han señalado la polarización que sufren los estadounidenses, Trump ha sido un shock para ellos, porque ha hecho emerger lo peor y ha enfermado y obstruido lo mejor de esa población la que reprocha la mala gestión de la pandemia del Covid-19 que ha acarreado más de 240 mil fallecidos, critican la ficción del boom económico y reprueban a un evasor fiscal que ha pagado 750 dólares de impuestos en 2017 y 2018, y además no pagó el impuesto sobre la renta en 10 de los 15 años anteriores, en gran parte porque reportó haber perdido mucho más dinero del que ganó y por si fuera poco se ha negado a atender los efectos del cambio climático y para bien de México no pudo hacer el muro electrónico que pretendía para frenar a los migrantes mexicanos asesinos, drogadictos y violadores, aseguró.
Las elecciones del senado y de la cámara de representantes van en un empate, 48 escaños para demócratas e igual número para republicanos, y se ha previsto que el desempate se decida hasta enero próximo, es de esperarse que el reinado de los republicanos termine, han hecho mucho daño en su alianza unilateral con Trump.
Es fundamental subrayar el anacronismo del sistema electoral del imperio estadounidense que pretende dar una imagen democrática cuando en realidad es un diseño institucional que mantiene el estatus de las élites políticas al limitar la participación popular para influir realmente en el funcionamiento del sistema político.
A la hora de cerrar esta columna los resultados electorales dan una vacilante certeza a Biden quien cuenta con 264 votos del Colegio Electoral, restándole sólo 6 para alcanzar los 270 necesarios, en cambio Trump cuenta con 214 faltándole aún 56, la distancia no es poca. Pero esto no se acaba hasta que termina.
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