El Covid-19 trae al mundo de cabeza y a las economías de todos los países pasando las de Caín. Cierto que no todas las industrias han sufrido por igual, como la de la salud o del comercio electrónico, pero la mayoría ha sufrido importantes descalabros. Una de las industrias más afectadas es, y seguirá siendo cuando menos en el mediano plazo, la del turismo.
No sólo la gente será reticente a subir a un avión o a viajar a ciudades con alta concentración poblacional, sino también los propios gobiernos estarán limitando la movilidad de los turistas, como actualmente lo hace Estados Unidos con México. Sin embargo, esto abre una gran oportunidad para apuntalar el turismo local. Ese que se realiza por tierra, a destinos cercanos y seguros, donde prevalece el turismo ecológico, de aventura y cultural.
Los Pueblos Mágicos son una gran alternativa. Son comunidades pequeñas, con la infraestructura turística adecuada, que cuentan con atractivos naturales, sociales, culturales o históricos. Conocerlos, es la mejor forma de conocer México y a nosotros mismos.
Coahuila y Nuevo León, estados hermanos, cuentan con 7 y 3 Pueblos Mágicos, respectivamente. En el primero, conocer las pozas y las dunas de yeso de Cuatrociénegas nos remonta millones de años atrás: una visita indispensable para conocer los orígenes de la humanidad. En Parras de la Fuente se encuentra la casa vitivinícola más antigua del Continente, así como los viñedos donde se producen los mejores vinos de México, reconocidos internacionalmente.
En Múzquiz radican dos importantes etnias del norte del país: los indios Kikapú y los Negro Mascogos. Ahí también se encuentra, dentro del Museo de la Ganadería, el récord Guinness de la silla de montar más grande del mundo, la casa-museo de Julio Galán, los museos de Paleontología y de Historia, así como los atractivos de ecoturismo propios de la Sierra de Múzquiz, del río Sabinas y del parque La Cascada. En Arteaga la gente es anfitriona y su sierra está llena de sorpresas y complejos turísticos de talla internacional. Nada como pasar un fin de semana en una cabaña rodeada de pinos.
En Viesca se puede disfrutar de las Dunas de Bilbao, con un escenario parecido al desierto del Sahara, así como el museo de Arte Sacro y la Parroquia de Santiago Apóstol. En Candela, además de la belleza de la Plaza Principal, existen los atractivos naturales de la Mina de Murciélagos, Las Lajitas y la Presa de las Higueras, con sus cristalinas aguas termales. En Guerrero, visitar su Centro Histórico y su Misión de San Bernardo nos retorna al pasado, es un refrendo a nuestra identidad norteña.
En Nuevo León, en el corazón de Zona Citrícola, se encuentra Linares, famoso por ser el origen de las deliciosas glorias, por su botica Morelos, su acueducto colonial, su Ex Hacienda de Guadalupe y su Catedral de San Felipe Apóstol. En Bustamante se puede comer un sabroso pan mientras se visitan las fantásticas Grutas del Palmito, las pinturas rupestres Chiquihuitillos o la Parroquia de San Miguel Arcángel. La arquitectura del centro de Santiago es hermosa, pero su parque Cola de Caballo, su cascada Chipitín, la cueva de los Murciélagos, Matacanes e Hidrofobia ofrecen una experiencia única.
Es tiempo de voltear a ver las maravillas de casa. ¡Aprovechemoslas y vivamos su magia!
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